LUNES, 4 DE ABRIL DE 2022 JAVIER RIVAS Mi colega y amigo Pablo Ximénez de Sandoval, que ha hecho de este boletín algo tan necesario cada mañana como una buena taza de café, comenta su gusto por citar, aludir o recomendar libros en estas miradas sobre nuestros textos de Opinión. Sea, que se acerca Semana Santa y hay tiempo para leer (o releer). Xavier Vidal-Folch hace memoria en su artículo de hoy de uno de los poemas más conocidos de Jaime Gil de Biedma, sin quien no se entiende la poesía española de la segunda mitad del siglo XX (y bastante más). Alude Vidal-Folch, en estos tiempos de guerra, a “la experiencia de un continente cuya historia siempre era la más triste, porque terminaba mal, como nos enseñó Jaime Gil de Biedma sobre la de España”. Escribió el poeta en Apología y petición: “De todas las historias de la Historia / sin duda la más triste es la de España, / porque termina mal (…)”. Vidal vincula la frase de Gil de Biedma con otra muy conocida de uno de los padres fundadores de lo que hoy es la UE, Jean Monnet: “Europa se forjará en las crisis”. Y abunda: “Renacer de la crisis es la base del método científico, de aprehensión de la verdad por sucesivos fiascos. Aprendemos más de los desastres porque retenemos más en qué, cómo y cuándo adoptábamos las malas decisiones. Es más perverso el éxito: nos infatua, nos ensoberbece, nos adormece, nos anula”. Y ello porque: “La brutalidad contra Ucrania ha urgido a la Unión de los europeos a tomarse en serio la política exterior común; a complementar su flower power poniendo cañones a sus claveles; a concluir que el suministro y el precio de la energía era más común de lo que imaginaban”. La poesía de Gil de Biedma está reunida en Las personas del verbo (el autor de estas líneas es más de Canción de aniversario o de De vita beata, pero para eso están los gustos). Y aquí pueden leer el artículo de Vidal-Folch, Europa aprende. Coetáneos de Gil de Biedma fueron otros dos escritores imprescindibles, él probablemente más citado y recordado que leído, ella más frecuentada. “No sé con quién hablar de estas cosas; me da vergüenza reconocer que no sé por dónde ando, ni lo que busco ni lo que quiero”. Eso le escribía Carmen Martín Gaite a Juan Benet, como ha rebrotado en Twitter y recuerda Nuria Labari. Y escribe Labari: “¿Has visto? ¿Te has enterado? ¿No sabes qué?’. De modo que el presente me parece a veces un cuarto cerrado, tan lleno de cosas inútiles como un trastero o una red social. En cambio el pasado es, para bien o para mal, lo que nos ha quedado. Por eso volver a él es la forma en que podemos amar lo que somos y lo que hemos sido. ‘Tuya casi siempre’, dice Carmen en una de sus despedidas. Y eso mismo le digo yo a este presente nuestro, del que nos despedimos (y padecemos) a diario. Tuya casi siempre, N”. Si en estos tiempos de guerra quiere vislumbrar usted lo que fue la Guerra Civil, lea, por ejemplo, Herrumbrosas lanzas (“El combate comenzó a las 17.05 de la tarde, en el arrabal de Las Fuentes que los carrilanos fueron los primeros en hostigar con fuego de fusilería y algunos morterazos”, la batalla hecha literatura). “Las voces del pasado trepan por la espalda a manera de viento súbito”, escribió Martín Gaite en Lo raro es vivir. Buena reflexión cuando el pasado (ese presente prolongado) nos alcanza. Lea el texto de Nuria Labari: Tuya casi siempre. Tercer libro. “Cuento una historia de amor pero es en realidad una historia de política; ocurrió hace más de 70 años pero es una historia actual. Una porteña y un ucranio, ambos judíos, se casaron en Estados Unidos en 1948. Los responsables de que se encontraran fueron Hitler y Perón. Los felices enamorados, Yakov y Rosa, se conocieron gracias a que alemanes y argentinos permitieron con desidia e inconsciencia que sus gobiernos fuesen liderados por gente sin escrúpulos”. Así (casi una novela) inicia su columna Lola Pons. Yakov fue Yakov Maikel; Rosa fue Rosa Lida. Son dos hitos de la filología española. Y algo más. Como rememora Pons: “Malkiel nació en Kiev en la época en que la actual capital ucrania estaba bajo dominio ruso. A causa de la guerra civil rusa, su familia emigró a Alemania y allí Malkiel se forma en la Universidad de Berlín; pronto vio venir el odio antijudío y se marchó prudentemente a Estados Unidos: se salvó. Por su parte, Lida venía de una familia que había llegado a Argentina migrando desde el imperio austrohúngaro, estudia en la Facultad de Filosofía y Letras y se integra en el Instituto de Filología de Buenos Aires, un buque insignia de la solidez intelectual argentina que empezó a ser torpedeado a mediados de los años cuarenta por el Gobierno peronista. En un clima de inquietud, ella saca la cabeza buscando un destino profesional fuera y acepta una beca para ir a Estados Unidos: se salvó”. Libros aparte, sigue (lamentablemente) la guerra y llega un (veremos si) nuevo PP. Sobre ambos asuntos puede reflexionar con nuestras lecturas de Opinión de este lunes mientras piensa qué va a estrenar este Domingo de Ramos. |
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