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El judeoespañol
EL JUDEOESPAÑOL
Por Camilo Valverde Mudarra
Catedrático de Lengua y Literatura Españolas del Instituto de Enseñanzas Medias "Reyes Católicos" de Málaga, España.
Diplomado en Ciencias Bíblicas y Poeta.
El judeoespañol o sefardí es el español hablado por los judíos expulsados de España en tiempos de los Reyes Católicos; es una preciosa reliquia del español del siglo XV amorosamente conservado y transmitido a su descendencia; decía Dámaso Alonso que es como si se hubiera conservado, en vaso alcohol, una muestra de la lengua de esa época. Sefardí es el adjetivo del término hebreo Sefarad, que designa a España. La nota más característica del judeo-español y que llama la atención es su extraordinario arcaísmo; al romperse bruscamente la conexión con la metrópoli, no experimenta los principales cambios evolutivos que la lengua va sufriendo desde el momento de la expulsión y se conserva tal y como se hablaba en el momento de su salida.
La mayor parte de los judíos expulsados se asentó, después de sufrir diferentes azares, en diversos puntos del norte de África y del Mediterráneo Oriental, y tal fue su fidelidad a la lengua de Castilla, que todavía se mantiene entre sus descendientes en tierras africanas, en Grecia, Yugoslavia, Bulgaria, Rumania, Turquía, América y, sobre todo, en Israel. Aquel su español continúa en uso en las comunidades sefardíes, incluso en las que se instalaron en el Nuevo Mundo y hasta se ha extendido a judíos de otras procedencias. Los judíos siempre conservaron con ahínco sus tradiciones; permanecen en su memoria romances y dichos antiguos que se fueron olvidando en la Península. Así , cuando recitan viejos poemas españoles que conservan tenazmente a través de los siglos, se oye la lengua de Nebrija.
El rasgo más característico del judeoespañol es su acentuado arcaísmo visible en la morfología -so, estó, por soy, estoy-, en el léxico -agora, mansebu, preto, por ahora, joven, negro-. Otras como harnareta 'habitación', adobar 'preparar', fadar 'destinar, lograr' topar-, que en España son de empleo literario o restringido, corren con todo vigor en judeoespañol; ymás aún en su sistema fonológico, que no evolucionó -como en España o América- y viene a ser prácticamente el mismo que el del español del siglo XV. Eliminándose, como en andaluz y español de América, las articulaciones ápico-alveolares, todavía conserva la distinción entre sordas y sonoras: la x y la j, la c y la z, la ss y la s, la b y la v, y mantiene o aspira la f inicial de palabra.
Aunque al principio los sefardíes se agruparon según las regiones españolas de origen y aunque subsisten variedades de pronunciación y vocabulario, se ha llegado a una mezcla lingüística inteligible para todos; las diferencias son mayores en el habla familiar. No obstante, obsérvase en la actualidad un rápido proceso de decadencia, motivado entre otras cosas por el influjo de las lenguas vecinas -turco, árabe, eslavo, griego... y por la desaparición de muchas de las comunidades judías a raíz de la segunda guerra mundial. Temeríamos que sobreviniese la ruina de esta preciosa supervivencia, si el tenaz apego de muchos sefarditas no obligase a mantener esperanzas.
Los escritores que aún quedan en esta lengua se concentran en Israel, algunas zonas de Argentina, Grecia y Turquía, la mayoría de ellos escriben una poesía tradicional, romances, historias muy familiares y “cantigas”. Y muchas universidades se dedican a estudiar y enseñar el ladino en todo el mundo. Hay un gran interés en el ámbito académico por esta lengua, de ahí los estudios que se hacen sobre textos sefardíes. Pero quienes verdaderamente mantienen viva esta lengua son los más de 250.000 judíos sefardíes que la utilizan en su entorno familiar. Se duda si el ladino continuará en Israel tras las campañas que se han hecho para imponer el hebreo, pero actualmente se está intentando vigorizar y recuperar las lenguas y culturas de los diferentes reductos de la comunidad judía.