El invierno es una estación que se presta especialmente a la lectura. Mientras detrás de los cristales azota el frío, tendemos al recogimiento, a pasar las tardes cortas y las noches largas en el calor de nuestro hogar y con la compañía de un buen libro. En esas ocasiones, es especialmente reconfortante leer historias que transcurren en paisajes helados, en los que la nieve y el hielo se convierten en algo más que el paisaje de fondo. El invierno, con todo su simbolismo, ha estado presente en numerosas grandes obras de la literatura, pero nosotros hemos escogido una decena para que hagan de esta temporada un placer para los lectores.
Dentro de los grandes clásicos de la novela de aventuras, hay uno que destaca cuando hablamos de paisajes nevados. En Colmillo blanco, Jack London nos traslada a Canadá en plena fiebre del oro, poniendo el foco de una obra que ha sido adaptada en numerosas ocasiones en el perro de trineo que le da nombre a la obra. Mi Antonia, de Willa Cather, nos lleva a las llanuras de Nebraska y a los pioneros que llegaron a esas tierras agrestes en el siglo XIX. En el mundo rural también transcurre Ethan Frome, la novela con la que Edith Warton nos presenta un pequeño pueblo de Nueva Inglaterra durante el invierno en el que un empleado de una compañía eléctrica conoce al personaje que da título a la obra, quien le relata la historia de su vida.
Los maestros de la literatura rusa han reflejado en innumerables ocasiones la crudeza del invierno, pero hoy nos quedaremos con La tormenta de nieve, un Tolstoi que se basa en una experiencia propia nos presenta una situación extrema que forja el espíritu. Virginia Woolfe situó durante la “gran helada” de Inglaterra parte de la acción de Orlando, satirizando la literatura biográfica y dinamitando los roles de género tradicionales en su época. Por su parte, Philip Larkin nos lleva en Una chica en invierno a la Inglaterra de la II Guerra Mundial con la historia de una bibliotecaria que anhela reencontrarse con su primer amor.
El arte de contar historias y el juego que se establece entre el autor y el lector fue llevado a nuevos límites por Italo Calvino en Si una noche de invierno un viajero, un ejercicio fascinante de narración. En El invierno en Lisboa, Antonio Muñoz Molina rendía un homenaje al género negro y al jazz. Para terminar, dos obras que producen escalofríos desde perspectivas diferentes: El resplandor, con el famoso Hotel Overlook en las montañas de Colorado como telón de fondo, sigue siendo una de las obras más conocidas e inquietantes de Stephen King. Una semana en la nieve, de Carrère, nos impacta por su manera de presentar los actos más terribles a través de la mirada de un niño de ocho años.
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