Otro tiempo se consideraba a la locura como la privación del uso de la razón o del buen juicio, con el desarrollo de las ciencias de la salud mental el término quedó en desuso. No obstante, hasta finales del siglo XIX, la locura se asociaba con el rechazo de las normas sociales establecidas.
Hoy día, el vulgo distingue loco a toda persona que realiza actos o dice cosas que están en franca oposición al “sano juicio del colectivo” que sigue pareciéndose mucho a la definición de hace cuatro siglos, dicho de otra forma, se ha convertido más en un término peyorativo con el que se pretende descalificar a alguien.
Para nadie es un secreto a voces que el inquilino de la Casa Blanca actúa como una persona que le importa muy poco los efectos de sus decisiones, cuando habla sin importarle el auditorio o si se dirige a la nación, o quizás se encuentra en un concierto de corte mundial arremete en contra de quien considere como su adversario con mucha temeridad, irresponsabilidad e incluso sin medir las consecuencias de sus actos, no escucha a sus asesores porque más bien parece estar rodeado de una corte de aduladores oportunistas aunque esto lo podemos resumir así, «en una jerarquía, todo empleado tiende a ascender hasta su nivel de incompetencia», Laurence J. Peter.
Sin embargo, más allá de cualquier teoría de conspiración política no es una conjetura enfatizar que en los Estados Unidos ha resurgido el odio racial, la xenofobia a los grupos étnicos minoritarios y que se ha estimulado el supremacismo blanco hasta dividir a la sociedad entre otros males endémicos. Será posible que desde la oficina Oval un “loco” que se distingue por improvisar dirija el futuro de la nación más poderosa del mundo afectando por defecto al resto de la comunidad mundial con sus exabruptos, amenazas, desaciertos y bufonadas por excelencia, pero es que no podemos etiquetarlo de “loco” o demente, bipolar*, aunque si de narcisista consumado. Y es ese rasgo ególatra del que trataremos a continuación para esbozar su perfil psicológico poniendo bajo observación esos distintivos tan característicos que troquelan su efervescente personalidad. (*Los síntomas de la esfera anímica se pueden encontrar en una variedad de cuadros médicos y psiquiátricos. Cuando el compromiso central es el ánimo, se habla de trastornos del ánimo. Los dos grandes grupos corresponden al trastorno depresivo mayor y el trastorno bipolar, que adquieren características particulares en el adulto mayor y se asocian a una mayor morbilidad y mortalidad que en personas más jóvenes. D.G. Blazer Depression in late life: review and commentary J Gerontol A Biol Sci Med Sci., 58 (3) (2003), pp. 249-265).
El comportamiento ególatra que este mandatario proyecta en todas sus interacciones públicas es tan solo el reflejo de la prevalencia de su ello**, tiene la obsesiva tendencia a ser el centro de atención y en consecuencia tener la razón absoluta a su favor en todo, me recuerda el personaje de ficción Vigo Ravel del novelista Henri Loevenbruck, del cual se dice padece una esquizofrenia paranoide aguda que le hace tener lo que se conoce como «síndrome de Copérnico», y que consiste en “creerse en posesión de una verdad que el mundo entero rechaza, una verdad que podría modificar radicalmente el futuro de la humanidad”, cualquier parecido es mera “coincidencia”. Pese a esto, para dar continuidad a nuestro hilo conductor hay que dejar claro que la egolatría hace referencia a lo que ocurre cuando una persona adopta una manera de verse a sí misma, se basa en una admiración excesiva por el “Yo”. (**El Ello es como una reserva de energía psíquica inconsciente que lucha todo el tiempo para satisfacer impulsos básicos de agresividad, supervivencia y reproducción. Es decir que el Ello opera según el principio del placer: si no se ve restringido por la realidad, busca gratificación inmediata.)
En otras palabras, la egolatría es la tendencia a valorarse a uno mismo de un modo extremadamente positivo, por encima de lo que resultaría razonable, y que no se limita a un solo ámbito de la vida (por ejemplo, el rendimiento laboral de uno mismo), sino a todos o a la mayoría, siempre que puede hace constante alusión a sus éxitos como gobernante y que todas las crisis las ha superado de manera exclusiva cuasi divina asegurando por antonomasia que sus predecesores han sido un club de inútiles, incompetentes e inferiores a su gestión. Esto me recuerda a Mussolini que, en sus inicios siendo periodista descubrió el poder de los medios para manipular a las masas. Militó en el partido socialista, hasta que tras la primera guerra Mundial detectó el miedo de los italianos a que la bandera roja comunista reemplazara a la italiana. Se alimentó de este miedo para ganar las elecciones y poco después derrocó a Vittore Emmanuelle, y abolió todos los partidos salvo el suyo, el partido fascista. Y como un facsímil, el candidato que pretende su reelección está basando su discurso en esparcir el pánico entre los votantes: «El socialismo es la anestesia para la introducción del comunismo. Todo el discurso de Biden es totalmente comunista, es la extrema izquierda. Es lo mismo que escuché con Chávez. Biden es un caballo de Troya. Él se va a aliar con Maduro» (https://www.bbc.com/mundo/noticias-internacional-54549247). Esto parece más un snob social que se arrastra hacia una estrategia de campaña electorera para cautivar el voto de cierto segmento de latinos que esperan la “liberación de sus pueblos” como si tal es la panacea de las crisis internas de sus países de origen, explotando la ansiedad que produce el eterno retorno de su idiosincrasia histórica, capitalizando los vicios de las castas de sus politiqueros oportunistas caza fortunas. Tómese en consideración que, las argumentaciones a las cuales recurren los candidatos suelen ser de carácter emocional y/o racional. Las primeras pueden despertar emociones negativas cuando pretenden inculcar el miedo, el enojo, la ira o el descontento, o positivas cuando se alude a la satisfacción de expectativas. En lo que se refiere al aspecto racional de los argumentos, los candidatos por lo general apelan a cuestiones éticas y/o lógicas, presentando soluciones concretas a los problemas que preocupan a la sociedad (García Beaudoux et al., 2005, p. 54). Lo más lamentable será ver el efecto boomerang que cause sobre todo en los inmigrantes latinos cuando llegado el momento de detentar el poder una vez más, se reinicie el ciclo bochornoso de las políticas de inmigración xenofóbicas e indolentes.
Efectivamente, el narcicismo es un trastorno de la personalidad conocido como trastorno de personalidad narcisista que consiste en que el individuo sobreestima sus capacidades y exageran sus logros. Los pacientes piensan que son superiores, únicos o especiales. La sobreestimación de su propio valor y logros a menudo implica una subestimación del valor y los logros de los demás. Estos se preocupan por fantasías de grandes logros de ser admirados por su inteligencia o su belleza abrumadora, de tener prestigio e influencia, o de experimentar un gran amor. Ellos sienten que deben asociarse únicamente con otros tan especiales y talentosos como ellos, no con gente común. Esta asociación con personas extraordinarias se utiliza para apoyar y mejorar su autoestima °. (°https://www.msdmanuals.com). Sin embargo, desde un punto de vista más dinámico, y basado en otro tipo de clasificaciones diagnósticas (PDM-2 – Lingiardi y Mcwilliams, 2017), la investigación y la práctica clínica, se defiende la existencia de dos subtipos de individuos narcisistas, realizando una distinción entre un subtipo grandioso y un subtipo vulnerable (Dickinson et al., 2003; Gabbard, 1989, 1998; Gersten, 1991; Rovik, 2001; Smolewska et al., 2005; Wink, 1991). Según la Clasificación Internacional de los Trastornos Mentales y del Comportamiento de la OMS (ICD-11, 2018), este trastorno se incluye en la categoría (6D10.Z), correspondiente a los trastornos de personalidad de severidad no especificada, en la que se incluyen los trastornos de personalidad no considerados en las nuevas categorías CIE: La Personalidad excéntrica. La Personalidad inestable. La Personalidad inmadura. La Personalidad pasivo-agresiva. La Personalidad psiconeurótica. El Trastorno narcisista de la personalidad. El Trastorno excéntrico de la personalidad. El Trastorno inestable de la personalidad. El Trastorno inmaduro de la personalidad. El Trastorno pasivo-agresivo de la personalidad. El Trastorno psiconeurótico de la personalidad (https://psisemadrid.org/trastorno-de-personalidad-narcisista/).
Intentar rebatir la descripción clínica de la personalidad del individuo que ha llevado al limite a los Estados Unidos con unas pérdidas humanas a casusa del mal manejo de la pandemia producto del COVID-19 es ser cómplice o simplemente estar desinformado a niveles de escalas maltusianas, el número de fallecidos por SRAS-CoV-2 llegó a los 218 mil hasta el cierre de estas líneas, una cifra más alta que la de vidas perdidas en los últimos cinco conflictos en los que ha participado el país estadounidense –La Guerra de Vietnam (1955-1975), la Guerra de Corea (1950-1953), la Guerra de Irak (2003-2011), la Guerra del Golfo (1990-1991) y la Guerra de Afganistán (2001 – 2020) causaron la muerte en total de 86.658 personas. La más sangrienta fue la de Vietnam con más de 47 mil fallecidos-(https://www.aa.com.tr). La pregunta de rigor nos adolece como un dolor punzante, ¿cómo es posible que un ejecutivo tan incompetente goce todavía de un apoyo o simpatía entre el 42% (https://www.bbc.com/mundo/noticias-internacional-54095825) ?, a lo mejor la respuesta yace en lo que dice Tomás Chamorro-Premuzic, psicólogo y autor de «Why So Many Incompetent Men Become Leaders» (Por qué tantos hombres incompetentes se convierten en líderes): «Cuando se trata de líderes, no nos importa la competencia tanto como debería, ni en política ni en los negocios» y agrega de forma contundente: Al elegir a un líder en política o negocios, enfrentamos una responsabilidad considerable pero, de manera incomprensible, seleccionamos a estas personas sin «probar o verificar si nuestras elecciones son buenas para nosotros, para nuestra organización o incluso para el país al que los ponemos a cargo».
Hasta hoy y, sobre todo entre sus adeptos hay quienes consideran que su estilo de gobierno dejará huellas por romper con los convencionalismos y la tradición política de Estados Unidos pero, lo que algunos ignoran es cómo se ha atropellado a la institución y no al hombre como tal, el hecho de haber salido airoso de un impeachment, líos de faldas, señalamientos sobre evasión de impuestos, de arrastrar al país a una guerra comercial absurda e injustificable contra China y del colmo de escupir odio visceral sin asco, sin remordimiento y plena intención de estigmatizarles asegurando que: “La culpa del coronavirus ha sido de China y lo van a pagar”, esto es un legítimo Déjà vu pues en otro tiempo, las víctimas del supremacismo blanco, junto con los esclavos negros, fueron los inmigrantes chinos. El odio racial a los asiáticos lo confirmó el Congreso promulgando el 3 de agosto de 1882 la ley de Exclusión de los Chinos, por la que se prohibía la inmigración procedente del país asiático y se cerraba la puerta a la ciudadanía estadounidense a los chinos que ya se habían establecido. Un estudio de la Biblioteca del Congreso afirma: “Los inmigrantes chinos sufrieron el peor trato que haya tenido cualquier otro grupo de los que emigraron voluntariamente a Estados Unidos”, es decir con la única excepción de los esclavos negros que como todo el mundo sabe no cruzaron el Atlántico por propia voluntad. La ley debía tener una vigencia de 10 años, pero se prolongó durante más de 60. Franklin D. Roosevelt la derogó cuando EE.UU. y China se aliaron en la Segunda Guerra Mundial contra Japón. “Las naciones, como los individuos, se equivocan –declaró Roosevelt– y debemos reconocer nuestros errores del pasado y corregirlos” (https://www.lavanguardia.com/internacional/20170808/43421412933/chinos-xenofobia-eeuu.html). Esto no muestra audacia política como cuando Nixon inicio relaciones diplomáticas con China comunista sino más bien una miopía en política exterior. Su adeudo con la nación norteamericana y el resto del planeta es inmenso, la estrategia geopolítica de hacerle de policía del mundo de larga data por cierto es un -papel ya trasnochado, fuera de contexto- , in extremis llegó al colmo de crearse malas relaciones con altos mandos del ejército así como de mofarse de la justicia en cuanto a las acusaciones de la trama rusa, llegó a destituir al jefe del FBI entre una larga cadena de acciones erráticas que por ende ni su posición privilegiada como ejecutivo ni ninguna otra razón sustentable le absolverán de su alta cuota de responsabilidad con la sociedad que lo eligió, y es a este pueblo al que hoy por hoy sigue tratando como a un rebaño y espera someterlos a otros cuatro largos años más a su oblicua mediocridad, su modus vivendi, “El mediocre aspira a confundirse en los que le rodean; el original tiende a diferenciarse de ellos. Mientras el uno se concreta a pensar con la cabeza de la sociedad, el otro aspira a pensar con la propia. En ello estriba la desconfianza que suele rodear a los caracteres originales: nada parece tan peligroso como un hombre que aspira a pensar…” EL hombre mediocre, José Ingenieros.
A manera de paradoja, hay quienes se encuentren a fin a la ponencia de Thomas Zsasz (1920-2012), que en su afamado libro El mito de la enfermedad mental, emprende contra las construcciones patológicas que los controladores de turno hacen de actitudes libres de las personas, de la falta de sumisión, por ejemplo, de la desobediencia a las reglas sociales. Este reconocido precursor de la anti psiquiatría propuso que solo el individuo manda en su cuerpo y mente y que muchas de las patologías mentales fueron construidas con el propósito de anclar a las personas a tratamientos médicos con efectos desbastadores en su salud, condenándoles a su vez a un estigma social total en la sociedad. Por lo que se podrá rebatir que el sujeto en cuestión no padece de ningún trastorno mental que le inhiba de sus funciones y que su estilo de gobierno guste o no a propios y extraños no es materia de discusión. Seguramente, habrá quien discrepe con nuestra ponencia, y asegurará que estoy equivocado, pero sostengo mis palabras en aquello que decía Asimov, en su libro La relatividad del error: <<La gente cree que correcto y equivocado son absolutos, que todo lo que no es correcto de modo perfecto y completo está equivocado de modo total. Yo no opino esto. Creo que correcto y equivocado son conceptos borrosos.>>
Por último, lo antes expuesto no es la deliberada intención de macular la imagen del aún hombre más poderoso del mundo, aunque su contraparte le llame “la mascota del Kremlin”, en un artículo escrito por Julia Vergin (MS/DZC) y publicado en la página web DW Deutsche Welle dice: Los profesionales de la salud mental llevan tiempo preocupados por el desolador estado mental de Trump. Ya el pasado mes de febrero, 33 psiquiatras y psicólogos advirtieron en una carta publicada por el New York Times del peligro que, en su opinión, supone el presidente de EE.UU. Hace pocos meses vio la luz el libro El peligroso caso de Donald Trump, en el que 27 autores certificaban los graves trastornos de personalidad del magnate.
Su manera de comportarse, de ser amo del escándalo, impulsor de la división, de fraccionar al mundo en blanco y negro, entre buenos y malos en su haber, lo ponen en perspectiva que es el típico comportamiento de quien padece del trastorno de personalidad narcisista.
Sus pretensiones de proyectarse como tótem sagrado le han terminado convirtiendo en una caricatura mediática.
José Israel Núñez Henríquez
El Autor estudió:
Ingeniería Agronómica
Derecho con Énfasis Empresarial
Psicología General
Fuente del Articulo:
https://clubdeescritura.com/obra/10372356/demencia-desde-el-despacho-oval/
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