QUIEN ESTÉ DE RODILLAS… QUE SE LEVANTE
«No podemos seguir haciendo como el avestruz que mete la cabeza bajo tierra y creer que no va con nosotros, que es responsabilidad de otros solucionar los problemas, nuestros problemas. Debemos levantar la cabeza, bien alta, para mirar con fondo y amplitud hacia el futuro común. ¡Es ahora o nunca!». Con estas imperiosas palabras termina el coronel Baños la última parte de su trilogía sobre geopolítica, en esta ocasión sobre la geopolítica mental. Así termina –aunque el libro continúa con cuatro meritorios apéndices de cuatro autores diferentes– esta bofetada amable pero firme que Pedro Baños nos da con éste libro. Sí, una bofetada, una verdadera bofetada que necesitamos y que él nos brinda con un estilo sencillo pero directo. Porque a pesar de ser una bofetada que nos mueva del sitio y saque de la apatía en que por lo general estamos instalados, como el autor mismo explica al final, no es una bofetada que busque hacer daño, sino abrirnos los ojos, animarnos a ser libres, busca proporcionarnos información y herramientas para poder comprender un poco mejor nuestro pasado, nuestro presente y a vislumbrar algo de nuestro futuro.
Y vaya si da herramientas. Porque la información que nos proporciona a lo largo de sus siete capítulos, su epílogo y los mentados cuatro apéndices es abundantísima. Es cierto que se le puede sacar algún pero, ninguna obra es perfecta. Por ejemplo, una cosa importante que se puede echar en falta es que, tratando el tema que trata, el autor en ningún momento nos ofrece una definición clara y precisa –siquiera aunque sea una más o menos técnica, categorial– de qué es la mente. Se da por supuesto. Y aunque por los desarrollos y temas tratados en sus páginas se pueda saber de qué nos habla el coronel, en ocasiones puede surgir alguna confusión. Hay momentos incluso en los que no se sabe bien si se nos está hablando específicamente del cerebro, de la conciencia o de la mente. Pues no son lo mismo. Y es que definir el cerebro y saber a qué nos referimos es relativamente fácil, quizá sólo requiere que nos acerquemos a alguna definición e imagen que ciencias como la anatomía o la neurociencia nos facilitan. Pero al hablar de la conciencia o de la mente la cosa se complica bastante más si cabe, ahí ya entramos en el terreno filosófico, un terreno mucho más resbaladizo ya que, como mínimo, requiere adoptar una definición que proporcione no la filosofía, así en general, sino alguno de los sistemas filosóficos disponibles, y justificar por qué esa definición y no las otras.
Y aunque esto pueda parecer una precisión innecesaria, incluso rizar mucho el rizo, es sin embargo de una importancia crucial, ya que es la idea centrar sobre la que gira todo el muy meritorio libro. Esta definición, aunque reconocemos que no es fácil y que el autor ya hace mucho con lo que nos ofrece, nunca sobra aunque sea expuesta sólo en unas pocas líneas.
Pero a las herramientas. Decíamos que son muchas. Es apabullante la cantidad de información y la variedad de temas que Pedro Baños trata a lo largo de las 544 páginas que componen el libro, el más largo de la trilogía. Son tantas que es vano intentar hacer un mero bosquejo de las mismas, entre otras cosas porque merecen una buena lectura en profundidad. Y cuando decimos lectura queremos decir lectura y relectura de las maniobras de distracción y entretenimiento, de desinformación –que también es posible con avalanchas continuas de información–, de manipulación y adoctrinamiento, de miseria intelectual… todos esos métodos y más pueden servir y sirven para moldear nuestros pensamientos y sentimientos y, por tanto, para condicionar nuestros comportamientos. Pero no acaba ahí, porque las técnicas y dispositivos de vigilancia, como nos muestra en el segundo capítulo, no hacen sino crecer. Para empezar gracias a todos los datos que proporcionamos nosotros mismos sin darnos cuenta a través de nuestros móviles, las redes sociales, las tarjetas bancarias…, datos que son almacenados y vendidos por los grandes monopolios de la información como Google o Facebook. Y para continuar por las crecientes tecnologías de seguimiento y control como la geolocalización o las cámaras de vigilancia, por citar sólo dos casos.
Y continúa. Porque a todo esto, por si es poco, debemos añadir el nivel gubernamental y geopolítico. La lucha a muerte –la conocida guerra híbrida– que existe entre las potencias mundiales por el control de las propias poblaciones y las ajenas, lucha que Pedro Baños trata en los tres siguientes capítulos. La guerra psicológica, ahora llama operaciones de influencia, las grandes campañas de manipulación, los diversos y perversos subterfugios psicológicos bien para adormecer o bien para enaltecer, según interese, a las masas… Las más variadas tecnologías conocidas, y que todavía no conocemos, para acceder a las ondas cerebrales, para estimularlas o para controlarlas; nanotecnología que analiza o modifica nuestro cuerpo, manipulación genética, soldados biónicos, cíborgs… Tampoco faltan las más diversas armas electromagnéticas, lumínicas o sónicas con las que afectar a los cerebros, pensamientos y sentimientos; por no mencionar la gran variedad de torturas psicológicas posibles como la privación del sueño o la privación sensorial. Hasta la parapsicología y los fenómenos paranormales han tenido cabida –y no sabemos si tienen– en esta geopolítica mental aunque pueda parecer descabellado.
Si bien, después de todo esto, el libro –aquí sólo hemos mencionado una pequeña parte– en sus últimos capítulos, a pesar de ofrecernos un panorama muy difícil, como se puede ver en el sexto capítulo, culmina en su capítulo séptimo y en el epílogo esa bofetada amable que mencionábamos antes. Esa bofetada amable pero contundente. Porque el presente pandémico que vivimos es poco halagüeño, desde luego. Pero sólo irá a peor si no sabemos a qué nos enfrentamos y no hacemos nada para enfrentarnos a todos los problemas que están desgastando, corrompiendo hasta la médula, nuestro Estado y nuestra democracia. Porque si seguimos siendo ese avestruz escondido, narcotizado, que no quiere ser libre, que se sigue nutriendo de falsas esperanzas, que se deja manejar como una triste marioneta, sólo nos quedará vivir en el mundo feliz más distópico que nadie haya podido imaginar jamás.
En manos del lector queda.
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