Cada vez que el indio viejo se sentaba en el claro del bosque,sobre la roca calentada por el sol del verano,cerca de la fuente cantarina,debajo del ceibo florecido desde el comienzo de la primavera,pasaba lo mismo. Como si lo estuviese esperando, o tal vez atraído por el pequeño ruido que hacia el bastón rústico en que se apoyaba -a veces una rama recién arrancada- llegaban los pájaros desde todas partes,, revoloteaban por encima de su cabeza, se paraban sobre sus hombros,sobre sus rodillas y sus pies,y le preguntaban con un insistente y continuo pio-pio:
¿qué le pasó al ceibo? ¿Qué fue lo que le sucedió al ceibo?
¡Porque los pájaros no se acordaban de nada! ¡Los pájaros tienen cabeza de pajarito¡
¿Acaso los pájaros no tienen memoria? ¡Si serán tontos,lelos,zonzos!
-los regañaba jugando el indio viejo.
Y después volvía a contarles la historia.
Y siempre empezaba desde el principio,y siempre usaba las mismas palabras.Y siempre terminaba del mismo modo.
¡Y eso que los pájaros hubiesen preferido otro final!
Era la moza más linda del pago, ¿se acuerdan de ella?
Sí,claro,cómo no nos vamos a acordar...¡con la memoria de pajaritos que tenemos! -le contestaron cantando.
Era tan bonita,tan buena,tan cariñosa...¿Se acuerdan cómo esperaba al novio cuando venía aquí a verla,debajo de este ceibo tan viejo como yo mismo?
Este ceibo ha visto tantas cosas...sabe tantas historias...¡algunas más que yo mismo!.
Y eso que yo también vine aquí de muchacho, y le canté canciones a una mocita linda.Me sentaba aquí,sobre esta roca y...
¡La moza,el ceibo y la moza,ya conocemos tus historias de muchacho,tío!lo interrumpieron los pájaros con un poco de atrevimiento.
Es que los pájaros son de la familia de todos,y para ellos era lógico que el viejo brujo fuera su tío.
Así podían tomarse la confianza de interrumpirlo,hecho que, de no ser por el parentesco que los unían,hubiera sido de muy mala educación.
¡Y los pájaros-todo el mundo lo sabe- son seres mejor educados que vuelan por el aire!
-Está bien,está bien... no me acordaba que ya les había contado la historia del ceibo y la moza muchas veces- sonrió el indio con malicia,mirándolos uno por uno.
Los pajaritos se callaron un momento,bajaron de los hombros,las rodillas y los pies del viejo y se posaron en semicírculo delante de él,con la cabeza metida dentro de las alas, haciendo ruiditos de esos que hacen los pájaros cuando están avergonzados por alguna travesura.
El indio se río para sus adentros y continuo el relato:
-La moza venía aquí todas las tardes y esperaba que el novio llegase con la puesta del sol. Se sentaba sobre la misma roca y miraba hacia allá,escuchando hasta que se oían los cascos del caballo. Entonces saltaba de puro contenta y corría a encontrarlo por el sendero que sale de allí.
Después,un día las comadres del pueblo empezaron a contarle chismea a la moza. Decían que el novio ya no la quería,que se había enamorado de otra, que se casaría con otra y no con ella.Ellas no sabían que el corazón de él palpitaba fuerte mientras se alejaba rumbo a las cosechas.Una tras otra.Sin haber podido enviar un mensaje a su amada.
La joven,por suerte no les creyó nada.Eran unas viejas chismosas y se complacían en darle una pena tan grande.No sabían nada,sus chismes eran puros inventos.
Esa tarde,como siempre,la muchacha llegó hasta el claro del bosque antes de la puesta del sol. Se había puesto la ropa más linda que tenía y llevaba las trenzas,largas hasta la cintura,peinadas con mucho esmero.
La fuente del bosque,esa que siempre nos acompaña con su canto cuando nos sentamos a charlas aquí,la contempló con admiración.Después reflejó su imagen dorada por los últimos rayos del sol,brillante como si quisiera guardarla para siempre así.
La moza se sentó y esperó al novio como todas las tardes.Esperaba el ruido de los cascos del caballo,que hoy se hacía rogar.
Pasó otro rato....
Cayó la noche y apareció en el cielo una luna grandota y amarilla.La luna ascendió como siempre cielo arriba y pronto brilló encima del pueblo.Y entonces ella vió al muchacho,con la mirada perdida y queriendo decirle que él la amaba,que volvería cuando su viaje termine. Qué volvería a buscarla al bosque que era testigo del amor que le tenía...
La luna se sintió tan triste por esa mirada que se escondió tras una nubes negrísimas y después se marchó cielo abajo,rodando por el flanco de una montaña,hasta que se escondió en el fondo del lago.
Y ella,la joven,siguió allí,tratando de entender al tiempo que los separaba..
Después de un rato,se apoyó en el tronco y lloró despacio acariciando las flores del ceibo amigo. Tomó una de sus flores blancas y la apretó entre los labios...
Ya salía el sol .Con pasos muy lentos,por la tristeza que da el desencuentro, la moza se fue por el sendero.El ceibo la miró alejarse..
El sol se levantaba y entonces,de pronto,¡sucedió el milagro!
Una por una,las flores del ceibo se fueron tiñendo de rojo,y el árbol entero se encendió.
Amanecía en el cielo y amanecía en la tierra, y el mundo era rojo...
-Ésta es la historia.Ahora ya saben por qué el ceibo tiene flores rojas-
concluyó el indio,con su voz cansada.
¡Vamos a cantarla!- gritaron los pájaros. Y se fueron por el cielo y a coro cantaron:
"Me lo dijo un indio viejo
y medio brujo
que se santiguaba
y adoraba al sol
y adoraba al sol.
Los ceibos del tiempo
En yo era niño
No tenían flores rojas
Como hoy"
Lo repitieron una y otra vez y cada vez le cambiaban algo la historia.
Es que los pájaros no tienen memoria...¡Pero tienen mucha imaginación!.
Relato Anónimo
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