Cuando el sol se puso en Carras el 9 de junio del año 53 a.C. sólo el
triunviro Marco Licinio Craso y unos pocos legionarios romanos habían
sobrevivido a la jornada.
Los equites comandados por el propio hijo de
Craso, Publio, habían sido masacrados esa misma tarde durante la batalla y la
cabeza de su comandante clavada en una pica. Los arqueros tampoco habían corrido
mejor suerte.
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