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16 de julio de 2014

VIAJEROS por Israel



Publicado: 16/07/2014
Jerusalén en una ciudad sagrada para tres religiones
 Me encuentro en el barrio de los judíos más extremistas, el de los ultraortodoxos, en Jerusalén. Me cruzo con  personajes de asombroso aspecto. De la forma más disimulada trato de sacar alguna  foto pero en cuanto lo notan hacen ademanes enérgicos de rechazo. Al cruzar una calle veo a lo lejos un numeroso grupo de niños con indumentaria típicamente judía y la kipá, el típico gorro judío, y no me resisto a hacer una foto. Craso error: los niños, en cuanto me ven la cámara me señalan con el dedo y comienzan a  corear palabras que no entiendo pero que provocan la salida de adultos a la calle. En pocos segundos me veo rodeado por los niños por un lado y por adultos amenazantes por otro, con el gesto fruncido y con ademanes nada amistosos. No hay otra opción que poner pies en polvorosa. 
Vista de la ciudad vieja de Jerusalén desde el monte de los Olivos
Jerusalén es una ciudad de tal relevancia histórica que es de visita inexcusable para cualquier viajero, incluso para aquellos que no son creyentes. Sin embargo lo complicado es escoger el momento oportuno ya que, por una u otras razones, los frecuentes conflictos y tensiones entre judíos y musulmanes dificultan e incluso impiden su visita.
Los niños judios comenzaron a gritar cuando vieron que les hacía la foto
Por fin me decido y viajo a Israel con Jerusalén como principal objetivo, reservando una semana para conocerla a fondo. Me alojo en un modesto hotelito en el Monte de los Olivos pero con la ventaja de disfrutar de una perspectiva impresionante sobre la ciudad viaje de Jerusalén.
Judios ultraortodoxos en el barrio Mea Shearim de Jerusalén
Me planificó los lugares a recorrer e incluyo Mea Shearim, el barrio de los ultraortodoxos judíos, una especie de bastión donde sus residentes deben cumplir las normas más estrictas y rigurosas del judaísmo.  Consciente del lugar que visito me impongo respetar al máximo el lugar y a sus residentes, aunque ya en las distintas entradas al barrio se advierte en carteles que sólo se podrá entrar si se viste con decoro, lo que significa prácticamente que tanto mujeres como hombres deben cubrirse casi toda la epidermis. Es jueves y llevo conmigo mi cámara réflex ya que en las guías se indica que su uso en el barrio sólo está prohibido los sábados, el “shabat”, al igual que el teléfono móvil y el tabaco.  
 
Judios con el gorro de piel, el "shtreimel", en el barrio ultraortodoxo
El aspecto del barrio no puede ser más tétrico, con calles estrechas, viejos y anodinos edificios y escasos y austeros comercios. Lo más llamativo y lo que me ha atraído a la zona es la indumentaria de sus vecinos, especialmente de los hombres, todos ellos con imponentes barbas y muchos con llamativos hábitos y grandes sombreros de piel, llamados “shtreimel” que lo portan los casados. Intento hacer algunas fotos pero con grandes precauciones ya que los que no se tapan y ocultan la cara me lo reprochan con movimientos fuertes de cabeza y gesto adusto.   Me llama la atención también las numerosas mujeres jóvenes que pasean  acompañadas por numerosos niños, y es que en esta zona es frecuente las familias con diez y más hijos.  
El Muro de las lamentaciones y detrás la Cúpula de la Roca, mezquita sagrada para los musulmanes
En mi caminata por el barrio ultraortodoxo me tropiezo con un grupo numeroso de niños que portan el gorro judío de color blanco y visten iguales, cual uniforme de colegio. Me atrevo a sacar la cámara pero en cuanto la ven los niños empiezan a corear palabras y a señalarme con el dedo. Arman tal jaleo que instantes después aparecen judíos adultos, que me miran con cara de pocos amigos y me afean que tome fotos. Trato de disculparme pero como me parece misión imposible serenarlos  y los tengo cada vez más cercanos opto por guardar la cámara sin dejar de andar y, sin pensarlo dos veces, decido salir por piernas. Los niños gritan con más fuerza cuando me ven huir pero afortunadamente los adultos se quedan parados sin reaccionar. Minutos después alcanzo el umbral del barrio y tras dejarlo atrás respiro tranquilo. Luego reflexiono y concluyo que la reacción de esta gente es normal ya que han visto invadida su intimidad, aunque dada su fobia a las fotos, tendrían que prohibirlas cada día.
Las cúpulas del Santo Sepulcro, lugar sagrado para los cristianos
A muchos judíos les molestan las fotografías pero no a todos. Así, en pleno Muro de las Lamentaciones se me acerca uno vestido a la usanza tradicional y me sorprende cuando se ofrece voluntario para que le haga fotos e incluso pide a un colega que nos haga una foto juntos. Tanta amabilidad no me parece muy espontánea y, efectivamente, instantes después lo compruebo cuando me cuenta una historia de una asociación para ayuda a los judíos del mundo. Le hago una pequeña aportación por aquello de las fotos pero me insiste en que necesita más y que admite dinero en cualquier moneda e incluso talones. Es tal su insistencia que al final no tengo más remedio que abandonar la zona mientras prosigue con su monserga.
La Cúpula de la Roca, en la Explanada de las Mezquitas
Jerusalén es ciudad sagrada para tres religiones, con tres puntos fundamentales para cada una de ellas: el Muro de las Lamentaciones para los judíos, la Explanada de las Mezquitas con la Cúpula de la Roca para los musulmanes y el  Santo Sepulcro para los cristianos. Para visitar el Muro y el Santo Sepulcro no tuve problemas, pero en cuanto a la Explanada de las Mezquitas, los problemas fueron enormes. Así, intento mi primera visita un martes pero un cordón policial me dice que la visita para los no musulmanes sólo se permite a primeras horas de la mañana, así que lo dejo para el día siguiente. El miércoles llego bien temprano pero no puedo ni llegar al punto de entrada porque hay un gran despliegue policial y me advierten que las visitas se han anulado por un incidente con un grupo de musulmanes en la zona, sin querer darme más explicaciones. Al día siguiente lo vuelvo a intentar pero las estrictas medidas de seguridad se mantienen y la Explanada de las Mezquitas se mantiene cerrada.
El monte de los Olivos con las iglesias de las Naciones y, al fondo, la Ortodoxa de María Magdalena
Como los viernes sólo se permite la visita a los musulmanes, que celebran su día festivo, sólo me queda el sábado, ya que ese mismo día, por la tarde, tengo programada mi salida hacia Tel Aviv.  Cuando en la mañana del sábado me dirijo  de nuevo a la zona pienso que es mi última oportunidad y me abruma pensar que no voy a poder ver uno de los puntos más destacados del viaje. Al contrario que otros días,  el punto de entrada está despejado y cuando llego al control policial respiro aliviado cuando me piden el pasaporte y me permiten el paso, eso sí, solamente por 60 minutos. Mientras subo la cuesta que accede la Explanada bordeo el Muro de las Lamentaciones, y  es que se da la paradoja de que dos lugares tan sagrados para dos pueblos tan antagónicos como el judío y el musulmán están pegados el uno al otro.
El monasterio ortodoxo de San Jorge, Wadi Kelt, en el desierto de Judea
La parte antigua de Jerusalén, totalmente amurallada, es una auténtica ciudad museo dividida en cuatro partes: musulmana, judía, cristiana y armenia. Rodeada por una gran muralla, encierra gran número de edificios históricos y patear sus calles es una gozada. Los comerciantes hacen su agosto con figuras y reproducciones religiosas para los muchos turistas que peregrinan a la ciudad. La mayoría venden souvenirs para cristianos, judíos y musulmanes porque para los comerciantes  lo importante es el negocio.
El Monasterio Mar Saba parece una fortaleza
Hay otros atractivos cercanos a Jerusalén que valen la pena. A mi se me ocurrió contratar a un taxi pactando un precio asequible para visitar algunos de ellos. El conductor era palestino y salimos muy temprano. Me acerqué brevemente a Belén y visité dos monasterios ortodoxos impresionantes por su ubicación. El de San Jorge está situado en un acantilado en el desierto de Judea, mientras que Mar Saba está en el valle de Cidrón y se asemeja más a una fortaleza. 
El Mar Muerto y el monumento que lo declara el lugar más bajo sobre el nivel del mar del mundo
 El recorrido se completaba con el mar Muerto, que presume ser el punto más bajo del mundo, a 416 metros bajo el nivel del mar. Tiene tal cantidad de sal que ahogarse es muy complicado ya que es casi imposible sumergirse en él y hasta se puede leer el periódico mientras se flota en sus aguas. Muchos turistas aprovechan para embadurnarse con su fango por su presunto carácter curativo. Al terminar, con todavía el sol fuera, emprendemos el regreso a Jerusalén y ante mi sorpresa el conductor, hasta entonces muy prudente, comienza a apurar la velocidad y pronto circulamos a toda pastilla. Le ruego por favor que modere la velocidad pero sólo lo consigo por unos segundos, instantes después vuelve a la carga a más de cien por hora en una carretera de curvas muy marcadas.  De nada sirven mis quejas, insiste en “no problem”, y prosigue en su particular carrera contra reloj.  Por fin llegamos al hotel en un viaje que se me hace interminable pese a que lo hace en un tiempo récord, le pago y sale echando leches con el sol ya ocultándose sobre el horizonte. Instantes después lo entendí todo. Ese día comenzaba el ramadán y el pobre estaba en ayunas,  de ahí las prisas porque con la puesta del sol ya puede saciar todo su apetito.  Este viaje data de 1999.
La Cúpula de la Roca, en Jerusalén
TODAS LAS FOTOS DE MANUEL DOPAZO

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