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2 de julio de 2025

CONTRA LA QUEMA DEL MUNDO Lord Crawen

 


Tandira Durlama escribió sobre la extinción de la humanidad. Ellos cumplieron todos los requisitos.

Encontré su libro en una vieja cabaña donde mi familia, mucho antes de todo lo ocurrido, me mencionó que Tandira Durlama era mi abuela. No la conocí, solo fotografías me mostraron la vida de una mujer dedicada a su familia. Sus últimos años, extrañamente, los pasó en la soledad absoluta. Enclaustrada en esta vieja cabaña, sin comunicación con el mundo, terminó la única obra de su vida. El libro titulado Contra la quema del mundo narra los eventos que podrían detener la distopía oscura en la era del hombre.

Debo informarles que dichos eventos ocurrieron tal cual Durlama describió cada evento, como si de una profetisa se tratara. Mi abuela jamás fue parte de una secta, no tuvo visiones y mucho menos en sus últimos años propagó sus múltiples profecías al mundo.

Solo escribió, con base en sus observaciones. El libro llegó a las estanterías gracias a su grupo de amigos en el gremio periodístico. Los primeros ejemplares, ahora en manos de sus amigos, comenzaron a generar inquietud, sobre todo lo que Durlama describía en cada una de las hojas.

El prólogo describe:

“Este libro será leído por todos e incomprendido por todos. Será juzgado y seré juzgada como una falsa profeta. Creo en un dios, pero no creo en los métodos del hombre para encontrarlo. Estos mismos personajes del gremio crearán una propaganda contra este libro y arderá en las llamas de la ignorancia. Tratarán de borrar mi nombre como escritora tras años de vida y trabajo. Seré la bruja del nuevo siglo. Mas nadie me encontrará nunca, lo que aumentará el mito de mi desaparición. Podrán quemar las publicaciones, pero esto no detendrá la quema del mundo y de sus habitantes. Así comenzará el final de la era del hombre, cegado por los principios impuestos por unos cuantos. La propaganda de odio se extenderá hasta el final de sus días. Este libro no va a crear el apocalipsis, éste vive ya en el corazón del hombre. Sólo es la piedra angular, el hombre creará la chispa”.

Las religiones del mundo, unidas en una sola, comenzaron la propaganda en contra del nombre de Durlama por falsa profeta. Como nadie supo el verdadero nombre de mi abuela y el paradero de la mujer, le llamaron la bruja del siglo XXIII. Atravesamos hace poco otra terrible pandemia mundial. Como en años anteriores, la idea del castigo divino se impuso en la mente de las personas. Un solo libro pudo unir a toda la humanidad, pero dicha unidad no estaba preparada para mejorar.

Durlama también escribió que la pandemia, tratada como un castigo divino, cegaría el corazón de la gente; y les haría creer que el libro tenía la clave para propagar el virus.

Comenzarían, como en las eras antiguas, reuniones de gente alrededor del mundo, en ciertos puntos de la ciudad, con todos los ejemplares encontrados en una enorme pira.

Se redujo al único ejemplar en la vieja cabaña de Durlama, el cual ahora describo en un breve documento.

Describe Durlama que, al terminar los tiempos del fuego, vendrían nuevamente los tiempos de la peste y el odio. Las reuniones masivas de gente, la enorme contaminación por la quema del libro y ahora una campaña masiva contra las religiones creó, más que el odio al mundo, una preocupación mundial sobre su situación.

La enfermedad, grave de por sí, aunada a la incomprensión de la información, hizo a la mayoría de la gente fundirse en una cruzada por conseguir todos los medicamentos posibles. La tecnología no bastó para intentar darle soluciones a la gente, fue utilizada para propagar información falsa, de terrores infundados y, sobre todo, continuó dando a Durlama la culpa máxima por escribir dicha publicación.

El libro finaliza:

“En el silencio del mundo tratarán de arrepentirse por no escuchar a sus corazones y la razón nublada. Será tarde para cuando se den cuenta que la unión, en esta humanidad, jamás hizo una fuerza positiva. No viviré para ese tiempo, mi cuerpo se queda en esta tierra pudriéndose justo como sus corazones; pero mi alma vagará en universos que, espero, sean más amables con el prójimo. Hasta entonces, podré saber si esa paz, que tanto se pregona, será hallada. Pero esa historia ya no se las puedo describir. Tendrán que vivirla a su tiempo”.

En el silencio de la cabaña, un sutil viento se cuela por las ventanas. El aroma a muerte yace entre sus elementos. Aún huele a herrumbre y polvo de las cenizas. Termino de escribir esta carta para quien llegue a estas frías y olvidadas tierras, donde encontré a mi abuela en su viejo sofá ya en los huesos, cubierta con una vieja manta, con su único libro en el costado.

Vuelvo a salir, encontré las respuestas que mis padres me dieron antes de dejar de existir. Viajé por el mundo, ahora a pie, a falta de tecnologías, transporte y medios de comunicación. No queda ya mucho de la humanidad que conocían. Con todo y sus errores, sobrevive en ciertos puntos en soledad y silencio. Más allá de estas frías montañas y follajes impresionantes yacen estructuras abandonadas, iluminadas por el sol de invierno como en los buenos tiempos, mas ahora nadie puede salir a disfrutar de su calor: le temen al más mínimo cambio.

Me reconforta saber la historia de mi vida. En los años venideros caeré solo en los brazos de la muerte, sabiendo que mi abuela nunca quiso causar el final de los tiempos. Y el sol, estemos o no, seguirá saliendo por el mismo lugar.

 

FIN

 

Tomado de “Revista Penumbria”

 

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