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22 de marzo de 2024

LA FIESTA… EMPEZÓ {Relato}

 


¿Le ha ocurrido alguna vez despertar de repente y encontrarse parado en la baranda de un puente gigantesco o en la cornisa de algún edificio de cien pisos, oscilando ante el espacio, preguntándose qué es lo que lo tiene allí listo para saltar? ¿Y en respuesta no recibe una descarga cerrada de razones que lo acosan: la guerra aquí, el odio allá y la destrucción mutua al otro lado de la calle, y lo único que importa es el maldito dinero, y todos los prados están convertidos en basurales, y los ríos son pura escoria, y a nadie le interesa que triunfe la justicia en vez de la injusticia o el bien en vez del mal, o la amabilidad en vez de la ira, y es muy posible que haya un error en alguna parte y éste no sea el mundo en el que le correspondía nacer ni éste el planeta que usted solicitó y que la única manera de cambiarlo es saltar de algún sitio elevado con el deseo de que el suelo sea el umbral de otra vida mejor, estimulante y con alegría, en la que exista la posibilidad de realizar algo que valga la pena?

Bueno, espere un segundo antes de saltar porque tengo que contarle una historia. Se trata de una pareja que está tan loca como dos personas sanas en un manicomio, y que a lo mejor son amigos suyos. Ellos decidieron que en vez de saltar iban a coger el mundo, darle un par de golpes y hacerlo girar como ellos querían.

El hombre se llama James Kramer y es piloto. Ella es Eleanor Frieda, directora de una editorial. Lo que le hicieron al mundo fue formar una línea aérea.

Se fundó East Island Airways porque Jim Kramer vio un Cessna T-50 Bamboa Bombee 1941, bimotor, que se deterioraba en un aeropuerto y quiso rescatarlo, quiso salvarlo.

Se fundó East Island Airways porque Eleanor Frieda necesitaba una manera de llegar desde Nueva York a su casa de la playa en Long Island, que no le significara morir literalmente sofocada después de cuatro horas de viajar entre los parachoques de dos vehículos en medio del calor del verano.

Se fundó East Island Airways porque la señora Frieda conoció al señor Kramer cuando ella aprendió a volar y porque al poco tiempo él entró corriendo en la casa de ella gritando que había encontrado un Bombee que había que salvar y que si ella ponía una mitad del dinero él pondría la otra y que podrían hacer algo con él para recuperar lo invertido, pero por favor apaga la cocina y ven a ver el avión y dime si no es la cosa más bonita que has visto y quizás no hagamos mucho dinero pero debe de haber muchas otras personas que también detesten el tráfico y con lo que ganemos con los billetes por lo menos habrá suficiente para los gastos y ¡podremos salvar el Bombee!

Así fue cómo Eleanor Frieda vio el viejo y enorme bimotor esperando allí bajo el sol y pensó que era hermoso y le gustó tanto como a Jim Kramer, por su majestuosidad, su encanto y su estilo. Tenía todas esas cosas y costaba siete mil dólares, cuando había otros que se vendían por cuatro o cinco mil. Pero los otros no necesitaban ser rescatados de dueños que no los amaban y siete mil dólares entre dos eran tres mil quinientos por cada uno. Allí y en ese momento nació East Island Airways.

Ya existían taxis aéreos que volaban entre el aeropuerto de La Guardia y East Hampton, Long Island. Pero, ¿y qué?

Los taxis eran aviones modernos y cada compañía tenía varios. Vaya, vaya.

El Bombee tendría que ser revisado completamente y probablemente reconstruido, y eso sería caro, eso podría agotar gran parte de los ahorros de sus vidas. Interesante.

Les exigirían una serie de papeles y habría que trabajar para formar la compañía, cumplir los requisitos para obtener los certificados de explotación, calcular y hacer seguros. En efecto.

Las estadísticas indican, la lógica señala, el sentido común dice, sin una sombra de duda, que difícilmente habría un céntimo de ganancia y probablemente más de algún dólar de pérdida. Notable.

El señor Kramer era el presidente y el piloto jefe.

La señora Frieda era la directora del consejo, secretaria y tesorera.

Pues bien, a este mundo en que vivimos, que de vez en cuando nos empuja hacia las barandas de los puentes, no le gustó especialmente este suceso. Tampoco le disgustó, pero reaccionó en la forma fría y despreocupada que generalmente acostumbra, y comenzó a apretar los tornillos a East Island Airways con una cierta ciega curiosidad para ver cuándo iba a reventar.

-El avión fue lo que menos nos costó -dice la señora Frieda-, casi nada. Le mostraré los libros si quiere verlos. Yo no los escondo.

Kramer trabajó cinco meses en el avión, con una compañía de reparaciones de Long Island. Recubrió el fuselaje, instaló radios, quitó el forro interior e instaló uno nuevo.

-¿Conoce la expresión: “Guarde su dinero si ya ha hecho una mala inversión”? -dice-. Pues bien, nosotros tenemos otra parecida: “Gaste su dinero si ya ha hecho una mala inversión”. Habíamos planeado invertir algún dinero para dejar al Bombee en condiciones, pero cuando recibimos la cuenta, decía ¡nueve mil dólares! 9.300 dólares. No podíamos creerlo. A veces nos sentábamos en una mesa estupefactos, preguntándonos… sabe… hum… -Su voz se silenció poco a poco pensando en todo eso; la directora del consejo continúa:

-Todo el mundo, todo el mundo nos advirtió que no teníamos suficiente capital y que contar con un solo avión era un desastre para cualquier línea aérea y que eso no daría resultado. Agregaban que podían probarlo. Claro que no era necesario; nosotros ya lo sabíamos. Pero ninguno de los dos nos estábamos ganando la vida con el avión y eso ya era algo. Y si hubiésemos estado utilizando dinero que necesitábamos para pagar nuestras cuentas o algo así… eh… bueno, de hecho estábamos metiendo dinero que necesitábamos para pagar cuentas… pero las cuentas esperaban y de algún modo no nos morimos de hambre.

Cuando finalmente el Bombee estuvo listo para volar, con las letras EIA escritas tranquilamente sobre el timón de dirección, había costado a los socios 16.500 dólares. Entre dos eran sólo 8.250 cada uno. Pero no se había perdido el dinero ni habían desaparecido los ahorros. ¡East Island Airways tenía un avión!

 

Un avión salón que hace el servicio a los Hampton,

pero sólo para algunos.

Le invitamos a hacerse socio de

 

EAST ISLAND AIR WA YS

East Island Airways es un hermoso y amplio Cessna bimotor forrado en cuero. No es nuevo ni demasiado esplendoroso. Pero totalmente aprobado por la AFA y cuidado con esmero. Cómodo. Con todo el espacio interior que usted necesita y que hace pensar en una limusina Packard bien conservada con todos esos kilómetros de alfombras. Partimos de La Guardia y viajamos a East Hampton en 45 minutos, a 220 kilómetros por hora…

 

La cuota de socio era de cien dólares y el billete costaba quince dólares por viaje, un recorrido de 160 kilómetros.

No dio resultado. Nadie ingresó. El mundo ejercía curiosamente su presión, atento para escuchar los crujidos.

-Estoy seguro de que muchas de las amigas de Eleanor esperaban viajar en el avión de forma gratuita. Creo que cuando la gente recibe un anuncio se imagina que la organización tiene mucho dinero, y después de todo, ¿Qué es un pasajero más? Al comienzo no nos importaba, sólo queríamos hacerles saber que existíamos.

No se escuchaban crujidos y eso le pareció extraño a un mundo competitivo que se destruye mutuamente. No son muchas las líneas aéreas que llevan pasajeros en forma gratuita sólo para que se enteren de que existe.

-Las cosas anduvieron muy despacio hasta el 4 de julio, y luego de pronto comenzamos a transportar muchos pasajeros. La gente nos llamaba y alquilábamos el avión. En realidad eso funcionó muy bien porque nos habíamos hecho de muchos amigos al comienzo y conseguíamos tener unos tres o cuatro días muy ocupados en la semana. Hicimos vuelos a New England y Maine y muchas otras partes. Estuvimos bastante atareados.

Curioso. Este mundo de ojos de acero, práctico y exigente, había hecho presión y la única reacción sonaba extrañamente como si el mundo crujiera un poco.

-La gente estaba siempre esperando que se estrellara y querían que no funcionara. No puede ser, es demasiado viejo, decían, pero era, y seguía volando y después de un tiempo ya no sabían qué pensar. Estaban desconcertados. Se preguntaban si después de todo las cosas viejas no serán mejores que las nuevas.

-Un avión de madera no se fatiga. Tendrán dificultades con Beches bimotores, tendrán dificultades con los 310 y todos terminarán en un montón de chatarra a causa de los problemas que origina el metal, y dentro de veinte años cuando el tipo les diga: “Le va a costar cien mil dólares arreglar su avión”, habrá un Bombee junto a él y casi con una risita contenida dirá: ¿No le gustaría haber tenido largueros de madera?

-Conseguíamos hacer suficiente dinero. La gente solía decirnos: “Vaya, es fabuloso, ustedes deben estar ganando millones”. Y yo respondía: “Claro, claro”, porque en realidad no podía ponerme a explicarle a la gente que de hecho no estábamos haciendo mucho dinero. No lo habrían entendido.

-Era el tipo de cosa en la que uno empieza a derrotar al sistema. Todas las compañías trataban de proporcionar a sus pasajeros aviones rápidos, con una tremenda capacidad, y todo lo que ellos recibían eran apretones y encontronazos, el equipaje en las narices y ese tipo de cosas. A nadie más se le ocurriría trabajar con un avión tan viejo y nadie pensó que duraría más de una semana.

-Después de un tiempo ya lo conocían en La Guardia. Al comienzo no lograban descubrir qué era. Siempre me decían: Repita por favor, ¿Qué tipo de aeroplano? Si estábamos haciendo una aproximación por instrumentos, descendiendo hacia el localizador a noventa nudos, solían decirme: “¿Qué hace un Cessna bimotor a tan poca velocidad? ¡Puede ir mucho más rápido!”. Y yo contestaba: “Bueno, podría, pero si lo hago no lograré bajar las ruedas”. No se podían imaginar que se trataba de un Cessna antiguo, no… ellos creían que era un viejo Cessna 310. “No -corregía yo-, es un Cessna más antiguo”, y ellos exclamaban: “¡Ah, uno de ésos!”.

-¿Te acuerdas, Jimmy -preguntó la directora del consejo-, cuando estábamos aterrizando y la torre nos preguntó: “Cessna en aproximación final, es ése un aeroplano de alas metálicas?” Y tú contestaste: “Negativo. Alas de tela”. Y el tipo exclamó: “¡Vaya, ésas sí que brillan!”

-Sí, a veces hablábamos con un controlador y nos decía: Oigan, yo tuve un tío que voló en uno de esos durante la guerra, y luego agregaba: Vaya, vaya… y en ese momento interrumpía Untad  para preguntar a qué hora podía despegar y el tipo volvía violentamente a la realidad.

Pero el dinero, el dinero es el martillo más poderoso que tiene el mundo para destruir una compañía. Uno tiene que someterse, uno tiene que ser duro y un poco cruel si quiere competir, y muy cruel y duro si quiere llegar a la cumbre. East Island Airways decidió no ser ni lo uno ni lo otro. El primer verano la compañía ganó 2.148 dólares en la venta de pasajes y pagó 6.529 en gastos de operación. Perdió entonces 4.381 dólares.

Esto es un desastre y un motivo de desesperación sólo si el propósito principal de la compañía es hacer dinero. Pero todo el mundo exterior, todos esos postulados del mundo de los negocios tuvieron que rechinar los dientes, impotentes; porque East Island Airways no opera según los términos del mundo, funciona según sus propios términos.

-Hablé con Maury, mi abogado, acerca de eso -cuenta la señora Frieda-. Él me dijo: “Esta inversión es una locura y espero que no te metas en ella para obtener ganancias”. Luego agregó: “Mira, tú no gastas dinero en clubs nocturnos, pero tú sabes, todo el mundo necesita algo que lo exprese, y si es un aeroplano, muy bien. Tu situación te permite gastar cierta cantidad en divertirte, y si esto es lo que tú quieres, entonces adelante. Tienes mi bendición y toda mi envidia”. -En su rostro se dibuja una sonrisa perfecta, tranquila, que desafía al mundo-. Las ganancias no fueron nunca el motivo, gracias a Dios, pero sí, quería disfrutar, y en eso ha sido un gran éxito. Realmente me encanta ese Bombee.

Disfrutar. Cuando el primer motivo es disfrutar y el dinero es el segundo o el tercero, es bastante difícil que el mundo pueda derrotarte. Cuando la destrucción a través del dinero no dio ningún resultado, el mundo echó mano de los problemas operacionales: el clima, el mantenimiento, los retrasos.

-Recuerdo una vez que estaba retrasado -dijo Kramer-. Había habido una tormenta y el aeropuerto La Guardia estaba a punto de cerrar, y todos los demás suspendieron los vuelos de los taxis por esa noche. Me encontraba en República Field, en Long Island, y Eleanor y los pasajeros me esperaban en  . Yo llamaba al aeropuerto cada hora e intentaba convencer al controlador de que me dijera que no habría una hora de retraso para aterrizar en La Guardia. Durante la espera sólo me había comido una galleta. Finalmente conseguí aterrizar en La Guardia y ¡me encontré con que habían organizado una fiesta! Uno de los pasajeros había ido a un supermercado, comprado toda clase de cosas y se las había llevado al aeropuerto en una caja. Entré y el tipo me dijo: ¿Quiere un trozo de roas befa? Me dio un pedazo y se lo agradecí porque hasta ese momento sólo había comido una galleta. Nos vamos, dije; despegaremos dentro de un momento. Cogieron su equipaje y se dirigieron al avión. Pero la fiesta continuó. Dije: Silencio, por favor, y di a Eleanor una mirada malévola y todo el mundo se quedó tranquilo.

-De vez en cuando me daba una mirada malévola -continuó la señora Frieda-, pero yo sabía cuáles eran en serio. Soportaba el ruido y las tonterías en la cabina de atrás siempre que no interfirieran con el vuelo. Pero si un pasajero se descuidaba con un cigarrillo, bueno, le hacíamos una advertencia y terminábamos con el regocijo.

En cierto modo, el mundo duro y extraño ganó finalmente. Cuando los seguros para los taxis aéreos se duplicaron de mil quinientos dólares por un verano a tres mil, resultó demasiado. Pero los socios no parecen en absoluto derrotados.

-Creo que este verano no operaré el Bombee en el traslado de pasajeros -dijo Kramer-. Quizás tenga que buscar trabajo en otra parte. Pero de vez en cuando llegaré volando a La Guardia produciendo ese ruido que es como un gruñido cuando rueda por la pista y que los muchachos de los hangares reconocen de inmediato. Cuando llego de noche se me acercan y me dicen cosas como: “¡Caramba, sabe, hay unas llamas que salen de los tubos de escape!” Y ese ruido… rugiendo y todo y dicen: “¡Vaya, qué bien!” Y parece que hace feliz a todo el mundo dondequiera que vaya.

“¿Y el futuro? Creo que no le haría ningún mal a la Cessna promover uno de los aviones realmente estupendos que construyó. No les vendría nada de mal decir por ejemplo: Éste es un Bamboa Bombee que tiene treinta años y que acaba de dar la vuelta al mundo. Me gustaría llevarlo a dar la vuelta al mundo, porque el avión se lo merece.

Uno tiene la extraña sensación de que, de algún modo, Kramer va a hacer lo que dice, aunque la línea aérea no gane un centavo con el vuelo e incluso pueda perderlo.

Pero ésa es la historia de la East Island Airways. Ahora puede saltar de la cornisa si quiere. Sólo pensé que debería saber que estas dos personas descubrieron que había una alternativa: una risa y la decisión de vivir según sus propios valores y no los del mundo. Construyeron su propia realidad en vez de sufrir una realidad impuesta. Según East Island Airways, la Tierra no se hizo para saltar sobre ella sino para volar a su alrededor.

Y ese ruido que oye usted en la noche y que es como un gruñido es el Bamboa Bombee, de treinta años, que se dirige por la pista a despegar hacia nuevas aventuras, lanzando llamas azules por los tubos de escape, sofocando una risa, y sin importarle especialmente si el mundo está de acuerdo o no.

 

FIN

 

1998 Reeditado por Paya Frank @Blogger

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