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21 de febrero de 2022
Alexander Fleming
Entre los grandes avances que registraron las ciencias médicas y biológicas en el siglo XIX cabe destacar el establecimiento del origen microbiano de las enfermedades infecciosas, que debemos a investigadores de la talla de Louis Pasteur y Robert Koch. Sin embargo, a pesar de los ingentes esfuerzos orientados al desarrollo de vacunas, muchas enfermedades infecciosas siguieron siendo mortales, pues se carecía de medios para combatirlas una vez contraídas. En este contexto se comprende la trascendencia del hallazgo de una sustancia, la penicilina, que era capaz de destruir los gérmenes patógenos sin dañar al organismo. El descubrimiento de Alexander Fleming, en efecto, no solamente había de salvar millones de vidas, sino que también revolucionaría los métodos terapéuticos, dando inicio a la era de los antibióticos y de la medicina moderna.
Alexander Fleming
Alexander Fleming nació el 6 de agosto de 1881 en Lochfield, Gran Bretaña, en el seno de una familia campesina afincada en la vega escocesa. Fue el tercero de los cuatro hijos habidos en segundas nupcias por Hugh Fleming, el cual falleció cuando Alexander tenía siete años, dejando a su viuda al cuidado de la hacienda familiar con la ayuda del mayor de sus hijastros. Fleming recibió, hasta 1894, una educación bastante rudimentaria, obtenida con dificultad, de la que sin embargo parece haber extraído el gusto por la observación detallada y el talante sencillo que luego habrían de caracterizarle.
Cumplidos los trece años, se trasladó a vivir a Londres con un hermanastro que ejercía allí como médico. Completó su educación con dos cursos realizados en el Polytechnic Institute de Regent Street, empleándose luego en las oficinas de una compañía naviera. En 1900 se alistó en el London Scottish Regiment con la intención de participar en la Guerra de los Boers, pero ésta terminó antes de que su unidad llegara a embarcarse. Sin embargo, su gusto por la vida militar le llevó a permanecer agregado a su regimiento, interviniendo en la Primera Guerra Mundial como oficial del Royal Army Medical Corps en Francia.
A los veinte años, la herencia de un pequeño legado le llevó a estudiar medicina. Obtuvo una beca para el St. Mary's Hospital Medical School de Paddington, institución con la que, en 1901, inició una relación que había de durar toda su vida. En 1906 entró a formar parte del equipo del bacteriólogo sir Almroth Wright, con quien estuvo asociado durante cuarenta años. En 1908 se licenció, obteniendo la medalla de oro de la Universidad de Londres. Nombrado profesor de bacteriología, en 1928 pasó a ser catedrático, retirándose como emérito en 1948, aunque ocupó hasta 1954 la dirección del Wright-Fleming Institute of Microbiology, fundado en su honor y en el de su antiguo maestro y colega.
La carrera profesional de Fleming estuvo dedicada a la investigación de las defensas del cuerpo humano contra las infecciones bacterianas. Su nombre está asociado a dos descubrimientos importantes: la lisozima y la penicilina. El segundo es, con mucho, el más famoso y también el más importante desde un punto de vista práctico: ambos están, con todo, relacionados entre sí, ya que el primero de ellos tuvo la virtud de centrar su atención en las substancias antibacterianas que pudieran tener alguna aplicación terapéutica.
Fleming descubrió la lisozima en 1922, cuando puso de manifiesto que la secreción nasal poseía la facultad de disolver determinados tipos de bacterias. Probó después que dicha facultad dependía de una enzima activa, la lisozima, presente en muchos de los tejidos corporales, aunque de actividad restringida por lo que se refleja a los organismos patógenos causantes de las enfermedades. Pese a esta limitación, el hallazgo se reveló altamente interesante, puesto que demostraba la posibilidad de que existieran sustancias que, siendo inofensivas para las células del organismo, resultasen letales para las bacterias. A raíz de las investigaciones emprendidas por Paul Ehrlich treinta años antes, la medicina andaba ya tras un resultado de este tipo, aunque los éxitos obtenidos habían sido muy limitados.
El descubrimiento de la penicilina, una de las más importantes adquisiciones de la terapéutica moderna, tuvo su origen en una observación fortuita. En septiembre de 1928, Fleming, durante un estudio sobre las mutaciones de determinadas colonias de estafilococos, comprobó que uno de los cultivos había sido accidentalmente contaminado por un microorganismo procedente del aire exterior, un hongo posteriormente identificado como el Penicillium notatum. Su meticulosidad le llevó a observar el comportamiento del cultivo, comprobando que alrededor de la zona inicial de contaminación, los estafilococos se habían hecho transparentes, fenómeno que Fleming interpretó correctamente como efecto de una substancia antibacteriana segregada por el hongo.
Una vez aislado éste, Fleming supo sacar partido de los limitados recursos a su disposición para poner de manifiesto las propiedades de dicha substancia. Así, comprobó que un caldo de cultivo puro del hongo adquiría, en pocos días, un considerable nivel de actividad antibacteriana. Realizó diversas experiencias destinadas a establecer el grado de susceptibilidad al caldo de una amplia gama de bacterias patógenas, observando que muchas de ellas resultaban rápidamente destruidas; inyectando el cultivo en conejos y ratones, demostró que era inocuo para los leucocitos, lo que constituía un índice fiable de que debía resultar inofensivo para las células animales.
Ocho meses después de sus primeras observaciones, Fleming publicó los resultados obtenidos en una memoria que hoy se considera un clásico en la materia, pero que por entonces no tuvo demasiada resonancia. Pese a que Fleming comprendió desde un principio la importancia del fenómeno de antibiosis que había descubierto (incluso muy diluida, la substancia poseía un poder antibacteriano muy superior al de antisépticos tan potentes como el ácido fénico), la penicilina tardó todavía unos quince años en convertirse en el agente terapéutico de uso universal que había de llegar a ser.
Las razones para este aplazamiento son diversas, pero uno de los factores más importantes que lo determinaron fue la inestabilidad de la penicilina, que convertía su purificación en un proceso excesivamente difícil para las técnicas químicas disponibles. La solución del problema llegó con las investigaciones desarrolladas en Oxford por el equipo que dirigieron el patólogo australiano Howard Florey y el químico alemán Ernst B. Chain, refugiado en Inglaterra, quienes, en 1939, obtuvieron una importante subvención para el estudio sistemático de las substancias antimicrobianas segregadas por los microorganismos. En 1941 se obtuvieron los primeros resultados satisfactorios con pacientes humanos. El desarrollo de la Segunda Guerra Mundial determinó que se destinaran a las investigaciones recursos lo suficientemente importantes como para que, ya en 1944, todos los heridos graves de la batalla de Normandía pudiesen ser tratados con penicilina.
Con un cierto retraso, la fama alcanzó por fin a Fleming, quien fue elegido miembro de la Royal Society en 1942, recibió el título de sir dos años más tarde y, por fin, en 1945, compartió con Florey y Chain el premio Nobel. Falleció en Londres el 11 de marzo de 1955.
22 de noviembre de 2017
Biografía de JFK {22 Nov 1963 - 2017}
John Kennedy
Un joven Kennedy en uniforme de marina
Kennedy en la convención demócrata de 1958
La boda de John Kennedy y Jacqueline Bouvier
Kennedy en campaña electoral
Kennedy en una alocución sobre los
derechos civiles (11 de junio de 1963)
Kennedy firma la orden de bloqueo naval a Cuba
Kennedy y Jacqueline momentos antes del asesinato
El funeral de Kennedy
1917 | Nace en Brookline, Massachusetts, el 29 de mayo. |
1936 | Ingresa en la Universidad de Harvard para seguir la carrera de Derecho. |
1937 | Acompaña a Gran Bretaña a su padre, que ha sido nombrado embajador, y viaja por diversos países. Empieza a interesarse por la política. |
1940 | Se gradúa en Ciencias Políticas con la tesis Por qué dormía Inglaterra, sobre la actitud de Gran Bretaña frente al belicismo de Hitler. |
1942-43 | Ingresa en la marina y participa en la Segunda Guerra Mundial como comandante de lancha torpedera. Herido en un combate con los japoneses, es condecorado como héroe de guerra. |
1944 | Muere su hermano Joe en una acción de la aviación norteamericana. |
1945 | Trabaja como corresponsal y entra en la vida política. |
1946-52 | Es elegido diputado del Partido Demócrata por Boston en la Cámara de Representantes. Mantiene su escaño en las elecciones de 1948 y 1950 |
1952 | Es elegido senador por el estado de Massachusetts. |
1953 | Contrae matrimonio con Jacqueline Lee Bouvier, más conocida como Jacqueline Kennedy, futura primera dama. |
1957 | Obtiene el premio Pulitzer por su obra Perfiles de coraje. |
1960 | Gana las elecciones presidenciales frente a Richard Nixon. |
1961 | Es investido como presidente de Estados Unidos. Fracasa el intento de invasión de Cuba en la Bahía de Cochinos. Crea la Alianza para el Progreso, destinada a favorecer la democracia y el desarrollo económico de todos los países del continente americano. |
1962 | Crisis de los misiles: Kennedy impone el bloqueo de Cuba. Los soviéticos se retiran de la isla. |
1963 | Manifiesta en la ONU su deseo de acabar con la Guerra Fría. Se firma el Tratado de Moscú que limita las pruebas nucleares. Es asesinado en Dallas el 22 de noviembre.
Un presidente para el cambio
La elección de Kennedy como presidente de los Estados Unidos fue el signo de la voluntad del país de afrontar la nueva fase de la competencia soviética con nuevas ideas y energías jóvenes. A comienzos de los años sesenta, al clima de encendidos debates y críticas a la sociedad se unía el malestar generalizado hacia la política de Eisenhower. Tras ocho años de Gobierno republicano y pese a las nuevas fórmulas y promesas electorales, los métodos formulados tras la Segunda Guerra Mundial se revelaban insuficientes. La sociedad exigía nuevos estímulos para afrontar el desafío soviético con imaginación. De esta exigencia nacional se benefició el candidato demócrata John Fitzgerald Kennedy.
John Kennedy
En la acción presidencial de Kennedy no puede faltar el reconocimiento de una serie de circunstancias: su condición de católico, su privilegiada formación cultural y procedencia social, así como el estar arropado por un grupo de brillantes intelectuales a quienes llamó a la Casa Blanca para colaborar en su proyecto. La fuente ideológica del programa de Kennedy ha de buscarse en el libro The Affluent Society, del economista y sociólogo John Kenneth Galbraith. Esta obra, producto de la investigación del grupo Rockefeller Report y construida a partir de encuestas sobre los temas de la política y la vida estadounidense, puso sobre aviso acerca de los peligros a los que estaba sometida la pervivencia de la democracia en los Estados Unidos. El impulso ideológico de esta izquierda moderada pesaba poderosamente en las decisiones de Kennedy. Acusado de que sus simpatías izquierdistas le hacían asumir actitudes de conciliación con respecto a la Unión Soviética, Kennedy se esforzó durante su mandato por desarrollar una línea de dureza en la política exterior, expresada en algunas acciones desafortunadas, como la de Bahía Cochinos.
Kennedy llegó a la Casa Blanca después de una campaña electoral que pretendía expresar la voluntad de renovación que la sociedad demandaba y recuperar la iniciativa frente a la URSS. El país parecía hastiado de la aburrida prosperidad de la era Eisenhower y asistía impotente al espectacular ascenso de la Unión Soviética de Kruschev, que en 1958 había puesto en órbita el primer satélite artificial: su efecto propagandístico había causado un fuerte impacto en la opinión pública americana. Parecía necesario encontrar un desafío que trajera consigo una nueva respuesta, y Kennedy fue el hombre que encarnó esta respuesta; no sólo con respecto a la Unión Soviética, sino también respecto a todos los retos que la evolución tecnológica y social ponía a la democracia americana. En ese sentido, y remontándose a las tradiciones heroicas de los pioneros de Estados Unidos, Kennedy habló, en su discurso de candidatura en la convención de Los Ángeles, el 15 de julio de 1960, sobre la necesidad de crear "una nueva frontera", de no dormirse en los laureles de los éxitos obtenidos y, por el contrario, aceptar el desafío de los tiempos.
Kennedy y Jacqueline en la campaña electoral de 1960
El nuevo presidente adoptó un papel de cara al mundo en el que la popularidad se convirtió en su principal aliada. Especialmente en Europa, Kennedy representaba la figura de un líder diferente, la imagen de un tiempo nuevo; una suerte de rey con un tipo de corte contemporánea. Los programas del nuevo presidente parecían querer dar la vuelta a la política de los republicanos, que hacían recaer el peso de sus acciones en las relaciones políticas con los pueblos. La política de Kennedy apostaba por las relaciones económicas y culturales. Kennedy se apoyó en la fórmula de las responsabilidades globales para defender los intereses de Estados Unidos en el mundo.
Nada más tomar posesión de su cargo, Kennedy formó un equipo competente y de su máxima confianza, integrado por su hermano Robert Kennedy como secretario de Justicia (Fiscal General), Robert McNamara en el puesto de secretario de Defensa y Dean Rusk en la secretaría de Estado. Su programa político se basó en la recuperación económica, la mejora general de la Administración estadounidense, la diversificación de los medios de defensa y el establecimiento de una alianza para el desarrollo integral del continente americano, programa este último al que llamó Alianza para el Progreso. Además, propuso un amplio abanico de reformas sociales que encomendó a su hermano Robert, mientras él se dedicaba, casi por completo, a los múltiples asuntos exteriores en los que Estados Unidos tenía intereses muy concretos.
Política exterior
Su primera acción importante de gobierno afectó al continente americano. Kennedy, con el objeto de adelantarse ante cualquier iniciativa política del líder comunista cubano Fidel Castro, modeló una nueva política estadounidense respecto a sus vecinos continentales: la Alianza para el Progreso. Este programa, que incluía una ayuda económica de más de 46.000 millones de dólares, se cimentó en una serie de puntos: el apoyo a las democracias contra las dictaduras, la concesión de créditos a largo plazo, la estabilización de precios en la exportación, los programas de reforma agraria, el control de armamento, las ayudas a la investigación y el fortalecimiento de la OEA (Organización de Estados Americanos) como organismo decisorio y dotado de mecanismos políticos. Todos menos el líder cubano Fidel Castro, en el poder desde enero de 1959, aceptaron el programa del joven presidente estadounidense.
En el terreno internacional, las capacidades del nuevo presidente se pusieron a prueba en las relaciones con la URSS de Nikita Kruschev. En enero de 1961, los soviéticos pusieron en libertad a los tripulantes de un avión espía estadounidense derribado mientras sobrevolaba el espacio aéreo soviético; ello parecía conducir a una nueva fase de distensión. Kennedy intentó consolidar la coyuntura y mostrar sus deseos de paz creando un Cuerpo de la Paz, organismo fundado en pro de la fraternidad mundial.
Kennedy y Nikita Kruschev
Pero los propósitos del presidente se vinieron abajo tras el gran fiasco de Bahía de Cochinos. Un gran número de exiliados cubanos en Miami, entrenados a conciencia por la CIA, intentaron invadir Cuba desde Bahía de Cochinos el 14 de abril de 1961 y fueron rápidamente derrotados. Aunque era un plan diseñado por la anterior administración del presidente Eisenhower, Kennedy, tras resistirse en un primer momento al plan, acabó dando el visto bueno. Kennedy y su administración sufrieron un duro varapalo. Fidel Castro reaccionó declarando la República Socialista de Cuba y fortaleciendo todavía más su posición en la isla.
A partir del mes de abril de ese mismo año, Kennedy dirigió su atención al sudeste asiático, donde los comunistas amenazaban con hacerse con el control de Laos. Para evitarlo, Kennedy se hizo cargo, con la aquiescencia de la SEATO, de la defensa militar anticomunista en toda Indochina, y abasteció con todo tipo de material de guerra al gobierno proestadounidense laosiano, a la vez que enviaba a los primeros "asesores militares" (eufemismo para designar a los contingentes de tropas). Su firme compromiso de aplicar los acuerdos de Ginebra dio como resultado un alto el fuego efectivo en la zona y una posterior entrevista en Viena, en el mes de junio, con el líder soviético, en la que se acordó mantener una postura neutral respecto a Laos.
Kennedy y Kruschev, sin embargo, no pudieron llegar a acuerdo alguno en el problema de Berlín. Cuando fue levantado el vergonzoso muro que separó ambos sectores, uno occidental proestadounidense y uno oriental bajo la égida soviética, Kennedy no dudó en enviar contingentes bien armados para asegurar la ruta terrestre hacia el sector occidental y reafirmar los derechos de paso. Mientras tanto, volvieron a surgir problemas en el Sudeste Asiático; la zona en conflicto se extendió de Laos a Vietnam del Sur, país ocupado por el régimen proestadounidense de Diem. Kennedy trató de frenar las fuerzas comunistas del Vietcong en Vietnam del Sur con nuevas medidas de contrainsurgencia. En un claro error táctico, envió más material de guerra y "asesores militares" hasta alcanzar, a finales del noviembre de 1963, el número de 16.000 hombres, lo que a la postre daría lugar a la larga Guerra de Vietnam.
La crisis de los misiles
En el otoño de 1962, Kennedy tuvo que enfrentarse a la crisis más importante de todo su mandato presidencial, al descubrirse una serie de estaciones secretas de rampas de misiles soviéticos de medio alcance en la isla de Cuba. ¿Estaba la URSS buscando una operación de riesgo calculado mediante la cual presionar a los Estados Unidos para que retirasen sus misiles nucleares en Turquía, a cambio de hacer lo propio con los cubanos?
Kennedy con el General Curtis LeMay y los pilotos que descubrieron las rampas lanzamisiles, visibles en las fotos de los aviones espía U2
Si esto era así, el descubrimiento de la operación desbarató los planes iniciales de los soviéticos. El presidente Kennedy reaccionó planeando un ataque aéreo preventivo y un desembarco masivo de tropas; finalmente, optó por el bloqueo naval y aéreo de Cuba. Con ello se pretendía cortar el proceso de instalación soviética en la isla e instar al desmantelamiento.
El temple de Kennedy se puso precisamente de manifiesto cuando exigió de modo tajante al líder soviético el desmantelamiento de las bases. Tras unos meses en los que se temió seriamente por el estallido de un conflicto nuclear entre las dos máximas potencias del mundo, Nikita Kruschev cedió a la presión estadounidense y ordenó el derribo de las rampas de misiles.
El desenlace feliz de la segunda crisis cubana constituyó un éxito indudable para el presidente estadounidense y una pérdida de prestigio para Kruschev: la retirada soviética minaba la imagen del líder. Pero pese a que los Estados Unidos parecían haber ganado el pulso, Kennedy accedió a retirar los obsoletos misiles nucleares estadounidenses de Turquía y se comprometió a no intentar una nueva invasión de Cuba.
La crisis había puesto de relieve el peligro real de una política de desafíos, por muy controlada que pudiera parecer. Tras la crisis de los misiles, Moscú y Washington parecieron llegar a un entendimiento tácito que anulaba el espíritu de confrontación abierta, sustituyéndolo por una política de distensión en la que la elaboración de un lenguaje de símbolos constituía todo un reto de futuro.
Kennedy y Willy Brandt (13 de marzo de 1961)
El año 1963 significó para Kennedy la culminación de su éxito en política internacional. Kennedy se bañó en multitudes en una triunfal gira por varios países de Europa; en Berlín occidental, fue recibido como un héroe. En junio pronunció un discurso en la ONU en el que abanderó los deseos de acabar con la Guerra Fría, al tiempo que establecía con Moscú el famoso teléfono rojo de línea directa entre ambos líderes. Un mes después, los Estados Unidos, la URSS y Gran Bretaña firmaron el primer tratado de limitación de pruebas nucleares. El único hecho que enturbió su política exterior fue el recrudecimiento de las hostilidades en Vietnam del Sur, donde tenía ya instalado un auténtico ejército de ocupación que sostenía a un gobierno totalmente corrupto.
La política interior
Debido a la poca fuerza con que contaba en el Congreso, Kennedy tuvo serios problemas para llevar a cabo su programa de estímulos económicos, reformas fiscales y ayudas para la educación y el bienestar, siempre obstaculizado por la mayoría conservadora republicana. Durante los dos primeros años de su administración, Kennedy tuvo que dar prioridad a la amenaza de la inflación. Para ello, no dudó en utilizar su poder para persuadir a la industria y a los poderosos sindicatos de que mantuvieran los precios y los salarios dentro de las pautas recomendadas (como hizo en el año 1962, cuando forzó a las compañías acereras, en una aparición televisiva ante todo el país, a retirar un proyectado incremento de precios), como parte fundamental para desarrollar su política liberalizadora en los intercambios comerciales y para proteger al dólar.
Kennedy logró sacar adelante varias leyes: para aumentar el salario mínimo, para fomentar las obras públicas y los programas urbanísticos y para reducir los impuestos. También incrementó la distribución de víveres a los más necesitados y subvencionó las escuelas públicas en un país donde se rendía, y se rinde aún, un culto casi divino a la enseñanza privada. Fracasó sin embargo en la política de Derechos Civiles, no tanto por sus intenciones sino por lo que tardó en adoptar un postura consistente sobre el tema, tal y como se encargó de recordarle, en marzo de 1963, un desencantado Martin Luther King, que acusó al presidente de establecer medidas simbólicas en los asuntos raciales, pensando más en las próximas elecciones que en los problemas concretos de las minorías. Aun así, Kennedy llevó a cabo serios intentos para lograr la integración plena de los negros en el sistema educativo del país, para lo cual amenazó incluso con el envío de tropas federales si no se cumplían las leyes de integración, labor en la que destacó especialmente su hermano Robert Kennedy. La mayor parte de sus proyectos de ley no fueron promulgados hasta el año 1964, ya con Lyndon B. Johnson como presidente.
El asesinato
El 22 de noviembre de 1963, Kennedy fue asesinado en Dallas (Texas) en el transcurso de su segunda jornada de visita a la ciudad, en plena campaña de reelección. La comitiva presidencial, que se dirigía al centro de la ciudad, discurría a paso lento por una ancha avenida cuando el coche descapotable (un cabriolet Lincoln) en el que viajaban el presidente, su esposa Jacqueline y el gobernador de Texas, John Connally, tomó una curva junto a un parque.
En ese momento, las 12.30 de la mañana, tres impactos de bala (aparentemente efectuados desde el quinto piso de una casa que dominaba el recorrido de la comitiva oficial) alcanzaron a Kennedy y Connally. Ambos fueron trasladados de inmediato al Parkland Memorial Hospital; mientras Connally conseguía recuperarse, Kennedy murió 30 minutos después del atentado: una bala le había destrozado el cerebro.
Noventa y ocho minutos más tarde, en el mismo aeropuerto de Dallas, Lyndon Johnson fue nombrado trigésimo sexto presidente de Estados Unidos. Poco después del magnicidio, la policía detuvo a un sospechoso: un ex marine llamado Lee Harvey Oswald, que trabajaba en el almacén desde el cual se había abierto fuego contra el séquito presidencial.
Lyndon Johnson jura como nuevo presidente en el Air Force One
El misterio de la muerte de Kennedy no había hecho sino empezar. El presidente Johnson creó una comisión de investigación, encabezada por el presidente de la Audiencia federal Earl Warren, para aclarar la autoría del atentado. Las hipótesis se multiplicaron. ¿Quién quería muerto al presidente? Desde los agentes del KGB hasta la mafia cubana en Miami, pasando por la tesis oficial que defiende que Oswald actuó de forma independiente, las distintas teorías dejaron al descubierto que la administración Kennedy tenía detractores.
Según el Informe Warren, el único responsable del magnicidio fue Oswald; tenía antecedentes de desequilibrio mental y era conocida su ideología prosoviética y castrista. Oswald fue arrestado pocas horas después del crimen, en un cine próximo al lugar de los hechos, y fue asesinado dos días después por el propietario de un bar nocturno, Jack Ruby, quien murió también después en extrañas circunstancias.
Lee Harvey Oswald ante la prensa
A pesar del dictamen de la Comisión Warren, los enigmas y dudas alrededor del asesinato dieron pie a todo tipo de conjeturas que señalaban incluso a la CIA y al mismo gobierno como posibles implicados. En una posterior investigación del caso encargada por el Congreso, se llegó a la conclusión de que era posible que en el magnicidio hubiera participado más de una persona, lo que reforzaría varias declaraciones de testigos presenciales del hecho, silenciadas en aquellos momentos trágicos, que oyeron varios disparos procedentes de lugares distintos.
Procedente de una acaudalada familia de origen irlandés, John Fitzgerald Kennedy accedió a la presidencia de Estados Unidos en 1961. Poseedor de gran encanto personal, agilidad mental y sentido del humor, había logrado ganarse las simpatías de la mayoría de norteamericanos, superando los recelos que su catolicismo despertaba en amplios sectores de la población. Como presidente, se marcó entre otros objetivos sacar a su país de la recesión económica y permitirle recuperar la posición puntera en la carrera espacial, liderada por la Unión Soviética desde la segunda mitad de los años cincuenta. La siguiente galería fotográfica permite repasar los principales momentos de su trayectoria política y de su acción presidencial. Haz clic en las miniaturas para ampliarlas.
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