kirwi

Publicaciones de Paya Frank en Amazon

freelancer

PF

La Nostalgia del Pasado

LG

Buscador

1

18 de febrero de 2019

Enlaces Colecciones de Libros





https://drive.google.com/drive/folders/0BzRevjHZyE3VenMxeEZZTV8zZ2s

https://drive.google.com/drive/folders/0BzRevjHZyE3VenMxeEZZTV8zZ2s

https://drive.google.com/drive/folders/0BzRevjHZyE3VenMxeEZZTV8zZ2s

https://drive.google.com/drive/folders/0B46Hg_SuLR38UDlyNWhoMnF4OGc

https://drive.google.com/drive/folders/0B_9rUZR4i2vsb1drdDJ6OU4zeHM

https://mail.google.com/mail/u/0/#inbox/FMfcgxwBVWRWcMMxzcCslLmVqDBQdzTj

Colección de Libros Censurados y Prohibidos

                       Resultado de imagen de imagenes los libros prohibidos

Enlace

https://drive.google.com/drive/folders/1hHsXEd_SDRK5_K82toWwRdxGwfUB_WmE

Nuevas Publicaciones en ePub

Posted: 16 Feb 2019 09:58 PM PST
Los nuevos aires que se respiran en La Habana no parecen afectar a Juan del Monte Jonava. A sus casi sesenta años, sigue cantando en el café Buena Vista como lleva haciendo desde hace décadas: levantando la pasión del público con su voz. Por algo se le conoce como Don Fuego. Pero los tiempos están cambiando, más deprisa de lo que cree. La privatización del Buena Vista le deja en la calle. Don Fuego piensa que, dada su reputación, alguien.

Posted: 16 Feb 2019 09:55 PM PST
Una gran novela galardonada con el Premio de la Crítica en Galicia que rescata uno de los episodios más siniestros y desconocidos del franquismo. ¿Qué harías si no te quedase nada de vida? Esta es la pregunta que se dispone a responder el profesor Carlos Pereiro, protagonista de esta historia, cuando su médico le dice que le faltan pocos meses para morir. Comienza así una búsqueda centrada en dos temas del pasado: la mujer que siempre amó y el oscuro.

Posted: 16 Feb 2019 09:52 PM PST
W. Fernández Flórez, el gran cronista de tantos y tantos aspectos de la vida, caracterizado como maestro de humoristas, como excepcional pirotécnico del ingenio, empujado, según su propia confesión, por un “afán de conocimiento”, y asistido por las razones que él mismo se diera, de que “nadie debe andar por la vida de espaldas a su época”, ocupó un puesto en las gradas de cemento de los estadiums y presenció el desarrollo de los campeonatos; las duras disputas por los.

Posted: 16 Feb 2019 09:49 PM PST
CUENTA LA LEYENDA, y el Relator es el más sabio de todos, que el planeta Bytrus Celleany, un mundo de extensos desiertos y esplendorosos jardines que surgían al abrigo de las dunas como oasis de flores, había sido gobernado durante más de noventa años por el viejo rey Atut.

Posted: 16 Feb 2019 09:45 PM PST
La hermosa Zelia Yunge-Brown pierde la memoria y con ella el Mercedes 250 SL de su padrastro, Cavan O’Dowda, que contrata a Rex Carver para rastrear su coche. Ginebra, Cannes, Turín… A medida que Carver recorre Europa en busca del auto, encuentra a otras personas que están realizando la misma búsqueda. Interpol quiere el coche, lo mismo que los excéntricos hermanos Alakwe, Jimbo y Najib, con su peligrosa ayudante, Miss Panda Bubakar, de un metro ochenta de estatura. ¿Qué es.

Posted: 16 Feb 2019 09:41 PM PST
Christian, novel·la guardonada amb el Premi Sant Jordi 1982 —en paraules del seu autor, «un exercici d’escriptura»—, presenta la rebel·lió frustrada d’un estudiant dels anys 80 que des del seu món adolescent rebutja els mecanismes d’una societat consumista. La crítica que en fa, a voltes radical i crispada, deixa, però, una porta oberta a l’esperança —esperança tenyida d’escepticisme— pel camí del sentiment i de l’amor.

Posted: 16 Feb 2019 09:38 PM PST
Puerto de Barcelona, mayo de 1918. Berta Casals es una joven de veinte años que se embarca en el trasatlántico Reina Victoria Eugenia rumbo a Argentina, adonde se dirige para contraer matrimonio con Julio Mitchell, un acaudalado ganadero de la Patagonia y amigo de la familia a quien apenas conoce. Tras la muerte de su madre, Berta ha decidido aceptar la propuesta de matrimonio para dar un nuevo rumbo a su vida, lejos de una Europa que se desangra por.

Posted: 16 Feb 2019 09:34 PM PST
La llamada del crepúsculo es la primera novela juvenil de la autora best seller Sarah Lark. Magníficamente escrita y ambientada en la mágica Irlanda, sumerge al lector en la mitología, la fantasía y el romance. Un lago insondable. Una antigua leyenda del pasado. Un chico rubio con ojos tan azules como el crepúsculo. El verano en que su madre se marcha de viaje, Viola aprovecha para visitar a su padre en Irlanda. Aunque echa mucho de menos a sus seres queridos, pronto.

Posted: 16 Feb 2019 09:27 PM PST
En «UN PASO MAS» Rosa María Cajal, finalista del Premio Elisenda de Monteada 1953, sigue sujeta a «su sentido humano de la realidad», como ha dicho D. Melchor Fernández Almagro en una de sus críticas sobre esta autora. Rosa María Cajal perfila sus personajes con «sutiles matizaciones» extraídas de lo más hondo de cada uno de ellos y los engrana a través de un relato que apasiona por su sinceridad de escritora encariñada con los defectos y virtudes de los.

Posted: 16 Feb 2019 09:25 PM PST
«¿Cómo escribir un libro sobre el amor? ¿Sobre algo tan privado, velado, maravillosamente ilusorio como el amor? De este libro no aprenderá usted nada que mejore sus habilidades en el dormitorio. Tampoco le ayudará en caso de ataques de celos, penas de amor y pérdida de confianza. Y no contiene sugerencias y apenas buenos consejos para la convivencia diaria en pareja. Aunque quizá pueda contribuir a que usted se vuelva más consciente de unas cuantas cosas que antes le resultaban.

Posted: 16 Feb 2019 09:21 PM PST
Wolfe y Archie investigan la muerte de una modelo que se comió un caramelo envenenado. Uno de los sospechosos le ruega a Wolfe que se haga cargo de su patrimonio y, especialmente, del contenido de una cierta caja roja. Al principio, a Wolfe le preocupa un posible conflicto de intereses, pero se siente incapaz de negarse cuando el hombre muere en su oficina antes de decirle a Wolfe dónde encontrar la caja roja. La policía naturalmente piensa que le dijo.

Posted: 16 Feb 2019 09:19 PM PST
EL FUGITIVO es una novela alegórica que da un equivalente aproximado de lo que sería un Kafka celtibérico, asediado por obsesiones macabras, eróticas y sacrílegas, pese a lo cual aquí el humor negro tiene una apariencia desenfadada. En un pueblo aragonés, Joaquín, el protagonista, por circunstancias que no se explican, es perseguido, al igual que todos los que piensan como él sin haber cometido delito alguno. Mientras su propio hermano y otros muchos son fusilados, él se oculta en la iglesia….

Posted: 16 Feb 2019 09:16 PM PST
1491. Henry VII’s eldest son Arthur Tudor, Prince of Wales, has been betrothed since childhood to the Spanish princess Katherine of Aragon. Their marriage will cement the alliance Henry Tudor craves to secure his country. But when Arthur’s sudden death leaves an 11-year-old boy heir to the kingdom, Henry Tudor must choose whether to send Katherine back to Spain, or to marry her himself. Katherine has no son from her brief marriage to secure her future; her substantial dowry and.

Posted: 16 Feb 2019 09:11 PM PST
París, años sesenta. Un chico solitario mantiene una serie de encuentros sucesivos y a veces fugaces con seis mujeres enigmáticas: Mireille Ourousov, Geneviève Dallame, Madeleine Péraud, Madame Hubersen, Martine Hayward y una joven cuyo nombre no llegamos a conocer. Algunas de ellas son viejas conocidas que han aparecido en otros libros del autor. El escenario, como tantas veces en la obra de Modiano, vuelve a ser un París entre la realidad, la memoria y el ensueño, cuyas calles se convierten.

Posted: 16 Feb 2019 09:06 PM PST
A principios del siglo XX, el campesinado rumano se desangraba a manos de los ocupantes griegos y turcos, aliados con los señores feudales y la burguesía. Los haiduci, bandidos revolucionarios, lucharon por que se hiciera justicia. Reunidos en torno a una hoguera, un grupo de estos rebeldes, alentados por su capitana, cuentan las experiencias que los llevaron a sublevarse. Lírico y desgarrado, preciso hasta la extrañeza, Istrati da forma al espíritu de la revolución en las voces de un monje enamorado, una.

Posted: 16 Feb 2019 09:02 PM PST
Lady Victoria Warwick ha estado enamorada del mismo caballero desde que supo lo que era el amor, a pesar de que el caballero en cuestión prefiera a su hermana mayor, a pesar de haberlos visto besarse… Lord Sebastian Middlethorpe estaba decidido a disfrutar un par de años más de su soltería, hasta que se dio cuenta de que cierta dama se había dado por vencida y no tenía en mente esperarlo.

Posted: 16 Feb 2019 08:51 PM PST
Marcus Middlethorpe, duque de Rothgar, está decidido a evitar a las matronas que sueñan con casarlo con sus aburridas hijas. Con ese fin, ha trazado un plan que está seguro de que no puede fallar. Con lo que no ha contado es con el carácter de la dama que necesita como cómplice para que dicho plan tenga éxito. Lady Brianna Warwick no desea ser cortejada falsamente para cubrir apariencias. Ella está dispuesta a apostar fuerte y a arriesgar todo cuanto posee,.

Posted: 16 Feb 2019 08:47 PM PST
El mayor tesoro que un caballero debe anhelar es, sin duda, el corazón de una dama. Lady Sarah ha estado siempre enamorada del mejor amigo de su hermano. Por ello, cuando es apenas una jovencita se cuela en su dormitorio, en la casa de campo de sus padres, y le declara su amor. Matthew Bonham, marqués de Rochdale, huye al día siguiente, preocupado por el interés que ha despertado sin querer en el corazón de la hermana de su amigo..

Posted: 16 Feb 2019 08:43 PM PST
Una emotiva y poderosa historia sobre el amor incondicional, sus desafíos, sus riesgos y, sobre todo, de las recompensas que encontramos al final de nuestras vidas. A sus treinta y dos años, Russell Green lo tiene todo: una impresionante esposa, una hija adorable de seis años, una exitosa carrera como ejecutivo de publicidad y una gran casa en Charlotte. Russell vive en medio de un sueño, y su matrimonio con la encantadora Vivian es el centro de su existencia. Pero.

Posted: 16 Feb 2019 08:40 PM PST
El arte de capturar un tiburón boreal con una lancha neumática a lo largo de las cuatro estaciones del año. Las profundidades del mar de Noruega que rodea las islas Lofoten, al norte del Círculo Polar Ártico, son el hábitat del tiburón boreal. Con cientos de millones de años de evolución, sus casi ocho metros de longitud y sus más de mil kilos de peso hacen de él, sin duda, una bestia temible, un animal despiadado que puede alcanzar los.

Posted: 15 Feb 2019 07:12 PM PST
En una tierra donde los hechiceros desaparecieron hace mucho tiempo, la sabiduría se conserva en enigmas. Morgon, príncipe de Hed y maestro de enigmas, se enfrenta a un desafío como nunca han conocido los pacíficos gobernantes de su reino: acosado por cambiaformas que salen del mar y suplantan a amigos y enemigos, se ve forzado a buscar el destino que le han otorgado las estrellas que lleva en la frente. En su búsqueda vagará por lejanas y exóticas tierras plagadas.

Posted: 15 Feb 2019 07:09 PM PST
Synners are synthesizers–not machines, but people. They take images from the brains of performers, and turn them into a form which can be packaged, sold, and consumed. This book is set in a world where new technology spawns new crime before it hits the streets. The line between technology and humanity is hopelessly slim; the human mind and the external landscape have fused to the point where any encounter with reality is incidental. This classic novel from one of the founders.

Posted: 15 Feb 2019 07:05 PM PST
La joven Philippa Palfrey fue adoptada, siendo aún muy niña, por un brillante y cínico profesor universitario y una apocada ama de casa, cuya única afición en la vida es cocinar. A los dieciocho años, Philippa, acogiéndose a la ley británica, decide averiguar quiénes son sus verdaderos padres. Tras vencer el silencio de sus informadores, consigue conocer su origen: es hija de un violador y de una asesina, quien cumple cadena perpetua, pero está a punto de salir en libertad.

Posted: 15 Feb 2019 07:02 PM PST
Desde 1949, año en que llegó clandestinamente a Argentina, y hasta su muerte en 1979, Josef Mengele, bajo otros nombres (pero por un tiempo con el suyo), se escondió, o vivió «discretamente», en Argentina, Paraguay y Brasil. Sostenido económica y moralmente por su familia desde Alemania o por oportunos «protectores» filonazis, y protegido por Perón y Stroessner (entre otros), el médico que en Auschwitz cometió atrocidades sinnúmero nunca fue detenido ni juzgado, a pesar de que lo buscaban el Mosad.

Posted: 15 Feb 2019 06:59 PM PST
La protagonista de esta historia no es una heroína al uso. Kat Lieberman es una adolescente chimpancé de laboratorio que disfruta una cómoda vida en el Centro Nacional de Inteligencia Animal. Su capacidad de concentración y su dominio del lenguaje la convierten en el más brillante y admirado espécimen no humano que ha conocido el hombre. Cuando expulsan a su instructora, Kat descubre que el mundo de los humanos no es tan bonito como había pensado. De repente se queda.

Posted: 15 Feb 2019 06:56 PM PST
1643 – Mumbai, Imperio mogol. Fynes Chapman, reputado comerciante de Londres, es escogido por la Corona británica para abrir una nueva vía en la Ruta de la Seda. Fynes viaja junto a su hija, Katherine, con la Compañía Británica de las Indias Orientales. Allí, les espera Arthur Wyatt, coronel que les acompañará en la caravana hacia el Imperio chino. Arthur no esperaba a una mujer allí y, por esa razón, verá todos sus planes alterados. Pronto iniciarán un viaje plagado.

Posted: 15 Feb 2019 06:52 PM PST
Loxandra —una mujer de carácter, indiscreta y rezongona, pero también protectora, generosa y tierna— vive en la bulliciosa y extraordinaria Constantinopla finisecular, cohabitada por griegos, turcos y muchas otras etnias. Trasunto de las heroínas que pueblan las comedias clásicas, Loxandra no sólo lleva las riendas de su propia vida sino que es también el alma de su familia, con la ayuda, claro está, de la virgen de Baluklí. Y así, los matrimonios, los duelos, las tristes despedidas en el puerto.

Posted: 15 Feb 2019 06:49 PM PST
Noel, un hombre alcohólico y sumido en una vida gris, recibe una inesperada llamada telefónica. Es de una mujer con la que pasó una noche tiempo atrás y que dice estar en un hospital muriéndose de cáncer… y embarazada de él. Por ello la mujer le pide que, a su muerte, se haga cargo de la niña, a quien ha llamado Frankie. Y lo que en un principio parece ser una carga y un exceso de responsabilidad para Noel, acabará.

Posted: 15 Feb 2019 06:45 PM PST
La familia Morton adopta a una extraña criatura, redonda y peluda, que apareció insospechadamente en el fondo de su barquito de pesca. Lo bautizan como Louie y se convierte en una mascota adorable y cariñosa. Los Morton pronto descubren que Louie tiene una inteligencia asombrosa, que es capaz, a través del ordenador doméstico, de entrar en los sistemas del estado, de robar miles de datos y desactivar las armas nucleares. Louie cambia de forma y se ríe de todo el.

Posted: 15 Feb 2019 06:41 PM PST
El ascenso de Hitler al poder, en enero de 1933, supuso la mayor derrota que el proletariado haya sufrido en la historia. Las consecuencias para la humanidad de la victoria nazi en Alemania son de sobra conocidas. Sin embargo, las condiciones para el aplastamiento de Hitler y sus secuaces y el establecimiento de un Estado obrero en el país más industrializado de Europa, existían sobradamente. Una vez más, la ausencia de una dirección revolucionaria o, más exactamente, la existencia de.

Posted: 15 Feb 2019 06:38 PM PST
Lucio Cecilio (o Celio) Firmiano Lactancio (245-325 d. C.), que ha sido llamado «el Cicerón cristiano», compuso las Institutiones divinae (denominadas a su vez por san Jerónimo «un río de elocuencia ciceroniana») para mostrar que la doctrina cristiana era un sistema lógico que se podía defender con la razón además de con la fe. Las dirigió a lectores paganos cultos y, más que a las Escrituras, recurre para ilustrar sus tesis a argumentos de escritores paganos. En efecto, Lactancio es (como Tertuliano, Ambrosio,.

EL TESORO SIN FONDO




De Las Mil y una Noches

El califa Harún Al-Raschid que era el príncipe más generoso de su época y el más magnífico, a veces tenía la debilidad (¡sólo Alah no tiene debilidades!) de alardear, en la conversación, de que ningún hombre entre los vivos competía con él en generosidad y en mano abierta.
Y he aquí que un día, mientras él se alababa así de los dones que, en suma, no le había concedido el Retribuidor más que para que precisamente usase de ellos con generosidad, el gran visir Giafar alma delicada, no quiso que su señor continuara por más tiempo faltando al deber de la humildad para con Alah.
Y resolvió tomarse la libertad de abrirle los ojos.
Se prosternó, pues, entre sus manos, y después de besar por tres veces la tierra, le dijo:
"¡Oh Emir de los Creyentes! ¡oh corona de nuestras cabezas! perdona a tu esclavo si se atreve a alzar la voz en tu presencia para advertirte que la principal virtud del creyente es la humildad ante Alah, única cosa de que puede estar orgullosa la criatura. Porque todos los bienes de la tierra, y todos los dones del espíritu, y todas las cualidades del alma no son para el hombre más que un simple préstamo del Altísimo (¡exaltado sea!). Y el hombre no debe enorgullecerse de este préstamo más que el árbol por estar cargado de frutos o el mar por recibir las aguas del cielo.
¡En cuanto a las alabanzas que te merece tu munificencia, mejor es que dejes las hagan tus súbditos, que sin cesar dan gracias al cielo por haberles hecho nacer en tu imperio, y que no tienen otro gusto que pronunciar tu nombre con gratitud!"
Luego añadió: "¡Por otra parte!, oh mi señor no creas que eres el único a quien Alah ha cubierto con sus inestimables dones! Sabe, en efecto, que en la ciudad de Bassra hay un joven que, aunque es un simple particular vive con más fasto y magnificencia que los reyes más poderosos. ¡Se llama Abulcassem, y ningún príncipe en el mundo, incluso el Emir de los Creyentes mismo, le iguala en mano abierta y en generosidad!"
Cuando el califa hubo oído estas últimas palabras de su visir, se sintió extremadamente despechado, y se puso muy colorado y se le inflamaron los ojos; y mirando a Giafar con altivez, le dijo: "¡Mal hayas!, ¡oh perro entre los visires! ¿cómo te atreves a mentir delante de tu señor, olvidando que semejante conducta acarreará tu muerte sin remedio?" Y contestó Giafar: "¡Por vida de tu cabeza, ¡oh Emir de los Creyentes! que las palabras que osé pronunciar en tu presencia son palabras de verdad! Y si he perdido todo crédito en tu ánimo, puedes comprobarlas y castigarme luego si te parece que son falsas. Por lo que a mí respecta, ¡oh mi señor! no temo afirmarte que en mi último viaje a Bassra he sido el huésped deslumbrado del joven Abulcassem. Y todavía no han olvidado mis ojos lo que han visto, mis oídos lo que han oído, y mi espíritu lo que le ha encantado. ¡Por eso, aun a riesgo de atraerme la desgracia de mi señor, no puedo menos de proclamar que Abulcassem es el hombre más magnífico de su tiempo!"
Y tras de hablar así, calló Giafar.
El califa, en el límite de la indignación, hizo seña al jefe de los guardias para que detuviese a Giafar. Y en el momento se ejecutó la orden. Y después de aquello, Al-Raschid salió de la sala, y sin saber cómo desahogar su cólera, fué al aposento de su esposa Sett Zobeida, que palideció de espanto al verle con el rostro de los días negros.
Y con las cejas contraídas y los ojos dilatados, Al-Raschid fué a echarse en el diván, sin pronunciar una palabra. Y Sett Zobeida, que sabía cómo abordarle en sus momentos de mal humor, se guardó mucho de importunarle con preguntas ociosas; pero tomando un aire de extremada inquietud, le llevó una copa llena de agua perfumada de rosa, y ofreciéndosela, le dijo:
"El nombre de Alah sobre ti, ¡oh hijo del tío! ¡Que esta bebida te refresque y te calme! La vida está formada de dos colores: blanco y negro. ¡Ojalá marque tus largos días sólo el blanco!"
Y dijo Al-Raschid: "¡Por el mérito de nuestros antecesores, los gloriosos, que marcará mi vida el negro, ¡oh hija del tío! Mientras vea delante de mis ojos al hijo del Barmecida, a ese Giafar de maldición, que se complace en criticar mis palabras, en comentar mis acciones y en dar preferencia sobre mí a oscuros particulares de entre mis súbditos!" Y enteró a su esposa de lo que acababa de pasar, y se quejó a ella de su visir en términos que le hicieron comprender que la cabeza de Giafar corría aquella vez el mayor peligro. Así es que al principio no dejó ella de abundar en el sentir de él, manifestando su indignación por ver que el visir se permitía tales libertades para con su soberano. Luego, muy hábilmente, le hizo ver que era preferible diferir el castigo sólo el tiempo preciso para enviar a Bassra a cualquiera que diese fe de la cosa.
Y añadió: "Entonces podrás asegurarte de la verdad o de la falsedad de lo que te ha contado Giafar y tratarle en consecuencia". Y Harún, a quien había calmado a medias el lenguaje lleno de cordura de su esposa, contestó: "Verdad dices, ¡oh Zobeida! Ciertamente, debo esa justicia a un hombre cual el hijo de Yahia. Y como no puedo tener una confianza absoluta en la relación que me haga quien envíe a Bassra, quiero ir yo mismo a esa ciudad para comprobar la cosa. Y entablaré conocimiento con ese Abulcassem. Y te juro que le costará la cabeza a Giafar si me ha exagerado la generosidad de ese joven o si me ha dicho mentira".
Y sin más tardanza en ejecutar su proyecto, se levantó en aquella hora y en aquel instante, y sin querer escuchar lo que decía Sett Zobeida para decidirle a no hacer completamente solo ese viaje, se disfrazó de mercader del Irak, recomendó a su esposa que durante su ausencia velara por los asuntos del reino, y saliendo del palacio por una puerta secreta, abandonó Bagdad.
Y Alah le escribió la seguridad; y llegó sin contratiempo a Bassra, y paró en el khan principal de los mercaderes. Y sin tomarse tiempo siquiera para descansar y probar un bocado, se apresuró a interrogar al portero del khan acerca de lo que le interesaba, preguntándole, después de las fórmulas de la zalema: "¿Es cierto, ¡oh jeique! que en esta ciudad hay un hombre llamado Abulcassem que supera a los reyes en generosidad, en mano abierta y en magnificencia?"
Y contestó el viejo portero, meneando la cabeza con aire suficiente: "¡Alah haga descender sobre él Sus bendiciones! ¿Qué hombre no ha sentido los efectos de su generosidad? ¡Por mi parte, ya sidi! aun cuando en mi cara tuviera cien bocas y en cada una cien lenguas y en cada lengua un tesoro de elocuencia, no podría hablarte como es debido de la admirable generosidad del señor Abulcassem!"
Y luego, como llegaran de viaje con sus fardos otros mercaderes, el portero del khan no tuvo tiempo de ser más explícito. Y Harún se vió obligado a alejarse, y subió a reponer sus fuerzas y a descansar algo aquella noche.
Al día siguiente, muy de mañana, salió del khan y fué a pasearse por los zocos. Y cuando los mercaderes hubieron abierto sus tiendas, se acercó a uno de ellos, al que le pareció el de más importancia, y le rogó que le indicara el camino que conducía a la morada de Abulcassem. Y el mercader, muy asombrado, le dijo: "¿De qué lejano país llegas para ignorar la morada del señor Abulcassem? ¡Aquí es más conocido que lo que fué nunca un rey en su propio imperio!" Y Harún manifestó que, en efecto, llegaba de muy lejos; pero que el objeto de su viaje era precisamente entablar conocimiento con el señor Abulcassem. Entonces el mercader ordenó a uno de sus criados que sirviera de guía al califa, diciéndole: "¡Conduce a este honorable extranjero al palacio de nuestro magnífico señor!"
Y he aquí que el tal palacio era un palacio admirable. Y estaba enteramente construido con piedras de talla en mármol jaspeado, con puertas de jade verde. Y Harún quedó maravillado de la armonía de su construcción; y al entrar en el patio vió una multitud de pequeños esclavos blancos y negros, elegantemente vestidos, que se divertían jugando en espera de las órdenes de su amo. Y abordó a uno de ellos y le dijo: "¡Oh joven! te ruego que vayas a decir al señor Abulcassem: "¡Oh mi señor! ¡en el patio hay un extranjero que ha hecho el viaje de Bagdad a Bassra con el sólo propósito de regocijarse los ojos con tu rostro bendito!" Y el joven esclavo al punto advirtió en el lenguaje y el aspecto de quien se dirigía a él que no era un hombre vulgar. Y corrió a avisar a su amo, el cual fué hasta el patio para recibir al huésped extranjero. Y después de las zalemas y los deseos de bienvenida, le cogió de la mano y le condujo a una sala que era hermosa por sí propia y por su perfecta arquitectura.
Y en cuanto estuvieron sentados en el amplio diván de seda bordada de oro que daba vuelta a la sala, entraron doce esclavos blancos, jóvenes y muy hermosos, cargados con vasos de ágata y de cristal de roca. Y los vasos estaban enriquecidos de gemas y de rubíes y llenos de licores exquisitos. Luego entraron doce jóvenes como lunas, que llevaban fuentes de porcelana llenas de frutas y de flores las unas, y grandes copas de oro llenas de sorbetes de nieve de un sabor excelente las otras. Y aquellos jóvenes esclavos y aquellas jóvenes miraron si estaban en su punto los licores, los sorbetes y los demás refrescos antes de presentárselos al huésped de su señor. Y probó Harún aquellas diversas bebidas, y aunque estaba acostumbrado a las cosas más deliciosas de todo el Oriente, hubo de confesar que jamás había bebido nada comparable a ellas. Tras de lo cual, Abulcassem hizo pasar a su convidado a una segunda sala, donde estaba servida una mesa cubierta de platos de oro macizo con los manjares más delicados. Y con sus propias manos le ofreció los bocados selectos. Y a Harún le pareció extraordinario el aderezo de los tales manjares.
Luego, terminada la comida, el joven cogió de la mano a Harún y le llevó a una tercera sala, amueblada con más riqueza que las otras dos. Y unos esclavos, más hermosos que los anteriores, llevaron una prodigiosa cantidad de vasos de oro incrustados de pedrerías y llenos de toda clase de vinos, como también tazones de porcelana llenos de confituras secas y bandejas cubiertas de pasteles delicados. Y mientras Abulcassem servía a su convidado, entraron cantarinas y tañedoras de instrumentos, dando principio a un concierto que habría conmovido al granito. Y se decía Harún en el límite del entusiasmo: "¡En mi palacio tengo, ciertamente, cantarinas de voces admirables, y aun cantores como Ishak, que no ignoran ningún resorte del arte; pero ninguno de ellos podría compararse con éstas! ¡Por Alah! ¿cómo ha podido arreglarse un simple particular, un habitante de Bassra, para reunir semejante ramillete de cosas perfectas?"
Y en tanto que Harún estaba particularmente atento a la voz de una almea, cuya dulzura le encantaba, Abulcassem salió de la sala y volvió un momento después llevando en una mano una varita de ámbar y en la otra un arbolito con el tronco de plata, las ramas y las hojas de esmeraldas y las frutas de rubíes. Y en la copa de aquel árbol estaba encaramado un pavo real de una hermosura que glorificaba a quien lo había fabricado. Y dejando aquel árbol a los pies del califa, Abulcassem tocó con su varita la cabeza del pavo real. Y al punto la hermosa ave abrió sus alas y desplegó el esplendor de su cola, y se puso a girar con rapidez sobre sí misma. Y a medida que giraba esparcía por todos lados emanaciones tenues de perfumes de ámbar, de nadd, de áloe y otros olores de que estaba lleno y que embalsamaban la sala.
Pero estando Harún ocupado en contemplar el árbol y el pavo real, Abulcassem cogió con brusquedad uno y otro y se los llevó. Y Harún se resintió mucho por aquel acto inesperado, y dijo para sí: "¡Por Alah! ¡qué cosa tan extraña! ¿Y qué significa todo esto? ¿Y es así como se portan los huéspedes con sus invitados? Me parece que este joven no sabe hacer las cosas tan bien como Giafar me hizo presumir. Me quita el árbol y el pavo real cuando me ve ocupado precisamente en mirarlos. Sin duda alguna teme que yo le ruegue que me lo regale. ¡Ah! no me pesa haber comprobado por mí mismo esa famosa generosidad que, según mi visir, no tiene igual en el mundo!"
Mientras asaltaban el espíritu del califa estos pensamientos, el joven Abulcassem volvió a la sala. Y le acompañaba un joven esclavo tan hermoso como el sol. Y aquel amable niño llevaba un traje de brocato de oro realzado con perlas y diamantes. Y tenía en el mano una copa hecha de un solo rubí y llena de un vino de púrpura. Y se acercó a Harún, y después de besar la tierra entre sus manos le presentó la copa. Y Harún la cogió y se la llevó a los labios. Pero ¡cual no sería su asombro cuando, tras de beberse el contenido, advirtió, al devolvérsela al lindo esclavo, que todavía estaba llena hasta el borde! Así es que la cogió otra vez de manos del niño, y llevándosela a la boca la vació hasta la última gota. Luego se la entregó al esclavito, observando que de nuevo se llenaba sin que nadie vertiese nada dentro.
Al ver aquello, Harún llegó al límite de la sorpresa, y no pudo por menos de preguntar a que obedecía. Y Abulcassem contestó: "Señor, nada tiene de asombroso. ¡Esta copa es obra de un antiguo sabio que poseía todos los secretos de la tierra!" Y habiendo pronunciado estas palabras, cogió de la mano al niño y salió de la sala con precipitación. Y el impetuoso Harún se indignó ya. Y pensó: "¡Por vida de mi cabeza! o este joven ha perdido la razón, o lo que todavía es peor, no ha conocido nunca los miramientos que se deben al huésped y las buenas maneras. Me trae todas esas curiosidades sin que yo se las pida, las ofrece a mis ojos, y cuando advierte que me gusta verlas se las lleva. ¡Por Alah, que jamás vi nadie tan mal educado y tan grosero! ¡Maldito Giafar! ¡Ya te enseñaré, si Alah quiere, a juzgar a los hombres y a revolver la lengua en la boca antes de hablar!"
En tanto que Al-Raschid se hacía estas reflexiones acerca del carácter de su huésped, le vió entrar en la sala por tercera vez. Y a algunos pasos de él le seguía una joven como no se encontraría más que en los jardines del Edén. Y estaba toda cubierta de perlas y de pedrerías y aun más ataviada con su belleza que con sus galas. Y al verla, Harún se olvidó del árbol, del pavo real y de la copa inagotable, y sintió que el encanto le penetraba el alma. Y después de hacerle una profunda reverencia, la joven fué a sentarse entre sus manos, y en un laúd hecho de madera de áloe, de marfil, de sándalo y de ébano, se puso a tocar de veinticuatro maneras diferentes, con un arte tan perfecto, que Al-Raschid no pudo contener su admiración, y exclamó: "¡Oh jovenzuela! ¡cuán digna de envidia es tu suerte!" Pero en cuanto Abulcassem notó que su convidado estaba encantado de la joven, la cogió de la mano al punto y se la llevó de la sala con presteza.
Cuando el califa vió aquella conducta de su huésped, quedó extremadamente mortificado, y temiendo dejar estallar su resentimiento, no quiso permanecer más tiempo en una morada donde se le recibía de manera tan extraña. Así es que, en cuanto el joven volvió a la sala, le dijo, levantándose: "¡Oh generoso Abulcassem! estoy muy confundido, en verdad, de la manera como me has tratado, sin conocer mi rango y mi condición. Permíteme, pues, que me retire y te deje tranquilo, sin abusar por más tiempo de tu munificencia". Y por temor a molestarle, no quiso el joven oponerse a su deseo, y haciéndole una graciosa reverencia, le condujo hasta la puerta de su palacio, pidiéndole perdón por no haberle recibido tan magníficamente como se merecía.
Y Harún emprendió de nuevo el camino de su khan, pensando con amargura: "¡Qué hombre tan lleno de ostentación ese ese Abulcassem! Se complace en poner de manifiesto sus riquezas a los ojos de los extraños para satisfacer su orgullo y su vanidad. Si en eso estriba su largueza, seré yo un insensato y un ciego. ¡Pero no! En el fondo, ese hombre no es más que un avaro de la especie más detestable. ¡Y pronto sabrá Giafar lo que cuesta engañar a su soberano con la más vulgar mentira!"
Y reflexionando de tal suerte, Al-Raschid llegó a la puerta del khan. Y vió en el patio de entrada un gran cortejo en forma de media luna, compuesto de un número considerable de jóvenes esclavos blancos y negros, los blancos a un lado y los negros a otro. Y en el centro de la media luna se mantenía la hermosa joven del laúd que le había encantado en el palacio de Abulcassem, teniendo a su derecha al amable niño cargado con la copa de rubíes y a su izquierda a otro muchacho, no menos simpático y hermoso, cargado con el árbol de esmeraldas y el pavo real.
No bien Al-Raschid franqueó la puerta del khan, todos los esclavos se prosternaron en el suelo, y la exquisita joven avanzó entre sus manos y le presentó en un cojín de brocato un rollo de papel de seda. Y Al-Raschid, muy sorprendido de todo aquello, cogió la hoja, la desenrolló, y vió que contenía estas líneas:

"La paz y la bendición para el huésped encantador cuya llegada honró nuestra morada y la perfumó. Y ahora, ¡oh padre de los convidados graciosos! dígnate posar tu vista en los escasos objetos sin valor que envía a tu señoría nuestra mano de poco alcance, y admitirlos de parte nuestra como humilde homenaje de nuestra lealtad para con el que ha iluminado nuestro techo. Hemos notado, en efecto, que los diversos esclavos que forman el cortejo, los dos muchachos y la joven, así como el árbol, la copa y el pavo real, no han desagradado de particular manera a nuestro convidado; y por eso le suplicamos que los considere como si siempre le hubiesen pertenecido. Por lo demás, de Alah viene todo y a El retorna todo. ¡Uassalam!"

Cuando Al-Raschid hubo acabado de leer esta carta y hubo comprendido todo su sentido y todo su alcance, quedó extremadamente maravillado de semejante largueza, y exclamó: "¡Por los méritos de mis antecesores (¡Alah honre sus rostros!), convengo en que he juzgado mal al joven Abulcassem! ¿Qué eres tú, liberalidad de Al-Raschid, al lado de semejante liberalidad? ¡Caigan sobre tu cabeza las bendiciones de Alah, ¡oh visir mío Giafar! que eres causa de que yo me haya curado de mi falso orgullo y de mi arrogancia! ¡He aquí que, en efecto, sin la menor pena y sin que parezca molestarle lo más mínimo, un simple particular acaba de exceder en generosidad y en munificencia al monarca más rico de la tierra!" Luego, recapacitando de pronto, pensó: "Bueno; pero, por Alah, ¿cómo un simple particular puede ofrecer tales presentes, y dónde ha podido procurarse o encontrar tantas riquezas? ¿Y cómo es posible que un hombre lleve en mis Estados una vida más fastuosa que la de los reyes sin que sepa yo por qué medio ha llegado a semejante grado de riqueza? ¡Es preciso, en verdad, que sin tardanza, y aun a riesgo de parecer inoportuno, vaya a comprometerle para que me descubra cómo ha podido reunir una fortuna tan prodigiosa!"
Al punto, dominado por la impaciencia de satisfacer su curiosidad, dejando en el khan a sus nuevos esclavos y lo que le llevaban, Al-Raschid volvió al palacio de Abulcassem. Y cuando estuvo en presencia del joven, le dijo, después de las zalemas:

"¡Oh mi generoso señor! ¡Alah aumente sobre ti Sus beneficios y haga durar los favores de que te ha colmado! Pero son tan considerables los presentes que me ha hecho tu mano bendita, que temo, al aceptarlos, abusar de mi calidad de convidado y de tu generosidad sin igual. ¡Permite, pues, que, sin temor a ofenderte, me sea dable devolvértelos, y que, encantado de tu hospitalidad, vaya a Bagdad, mi ciudad, a publicar tu magnificencia!"
Pero Abulcassem contestó con un aire muy afligido: "Al hablar así, señor, sin duda es porque tienes algún motivo de queja de mi recibimiento, o acaso porque mis presentes te han desagradado por su poca importancia. De no ser así no habrías vuelto desde tu khan para hacerme sufrir esta afrenta". Y Harún, disfrazado siempre de mercader, contestó: "Alah me libre de responder a tu hospitalidad con semejante proceder, ¡oh más que generoso Abulcassem! ¡Mi venida obedece únicamente al escrúpulo que me asalta al verte prodigar así objetos tan raros a extranjeros a quienes has visto por primera vez, y a mi temor de ver agotarse, sin que recojas de ello la satisfacción que mereces, un tesoro que, por muy inagotable que sea, debe tener un fondo!"
Al oír estas palabras de Al-Raschid, Abulcassem no pudo por menos de sonreír, y contestó: "Calma tus escrúpulos, ¡oh mi señor! si verdaderamente es ése el motivo que me ha procurado el placer de tu visita. Has de saber, en efecto, que todos los días de Alah pago las deudas que tengo con el Creador (¡glorificado y exaltado sea!), haciendo a los que llaman a mi puerta uno o dos o tres regalos equivalentes a los que están entre tus manos. Porque el tesoro que me concedió el Distribuidor de riquezas es un tesoro sin fondo". Y como viera reflejarse un asombro grande en las facciones de su huésped, añadió: "¡Ya veo, ¡oh mi señor! que es preciso que te haga confidente de ciertas aventuras de mi vida y que te cuente la historia de ese tesoro sin fondo, que es una historia tan asombrosa y tan prodigiosa, que si se escribiera con agujas en el ángulo interior del ojo serviría de enseñanza a quien la leyera con atención!"
Y tras de hablar así, el joven Abulcassem cogió de la mano a su huésped y le condujo a una sala llena de frescura, donde perfumaban el aire varios pebeteros muy gratos y donde se veía un amplio trono de oro con ricos tapices para los pies. Y el joven hizo subir a Harún al trono, se sentó a su lado y empezó de la manera siguiente su historia: "Has de saber, ¡oh mi señor! (¡Alah es señor de todos nosotros!) que soy hijo de un gran joyero, oriundo de El Cairo, que se llamaba Abdelaziz. Pero, aunque nacido en El Cairo, como su padre y su abuelo, mi padre no había vivido toda su vida en su ciudad natal. Porque poseía tantas riquezas, que, temiendo atraerse la envidia y la codicia del sultán de Egipto, que en aquel tiempo era un tirano sin remedio, se vió obligado a dejar su país y a venir a establecerse en esta ciudad de Bassra, a la sombra tutelar de los Bani-Abbas. (¡Qué Alah extienda sobre ellos sus bendiciones!) Y mi padre no tardó en casarse con la hija única del mercader más rico de la ciudad. Y yo nací de este matrimonio bendito. Y antes de mí y después de mí no vino a aumentar la genealogía ningún otro fruto. De modo que, al incautarme de todos los bienes de mi padre y de mi madre después de su muerte (¡Alah les conceda la salvación y esté satisfecho de ellos!), tuve que administrar, muy joven todavía, una gran fortuna en bienes de todas clases y en riquezas. Pero como me gustaba el dispendio y la prodigalidad, me dediqué a vivir con tanta profusión, que en menos de dos años se vió disipado todo mi patrimonio. ¡Porque, ¡oh mi señor! de Alah nos viene todo y a El vuelve todo! Entonces, viéndome en un estado de completa penuria, me puse a reflexionar sobre mi conducta pasada. Y pensando en la vida y el papel que había hecho en Bassra, resolví dejar mi ciudad natal para ir a pasar en otra parte días miserables: que la pobreza es más soportable ante ojos extraños. Vendí, pues, mi casa, única hacienda que me quedaba, y me agregué a una caravana de mercaderes, con los cuales fui primero a Mossul y luego a Damasco. Tras de lo cual atravesé el desierto para ir en peregrinación a la Meca; y desde allí volví al gran Cairo, cuna de nuestra raza y de nuestra familia.
Y he aquí que, estando yo en aquella ciudad de hermosas casas y de mezquitas innumerables, rememoré que allí era donde había nacido Abdelaziz, el rico joyero, y al recordarlo no pude por menos de lanzar profundos suspiros y de llorar. Y me figuré el dolor de mi padre si hubiese visto la deplorable situación de su hijo único y heredero. Y preocupado con estos pensamientos que me enternecían, llegué, paseando, a orillas del Nilo, por detrás del palacio del sultán. Y he aquí que en una ventana apareció una cabeza arrebatadora, que me dejó inmóvil mirándola. Pero de repente se retiró, y no vi nada más. Y permanecí allí con beatitud hasta la noche, esperando en vano una nueva aparición. Y acabé por retirarme, aunque muy a mi pesar, e ir a pasar la noche en el khan donde paraba.
Pero al día siguiente, como se ofrecieran a mi espíritu sin cesar las facciones de la jovenzuela, no dejé de apostarme debajo de la ventana consabida. Pero fueron vanas mi paciencia y mi esperanza, pues no se mostró el delicioso rostro, si bien se estremeció un poco la cortina de la ventana, y creí adivinar tras de la celosía un par de ojos babilónicos. Y aquella abstención me afligió mucho, sin desanimarme, no obstante, porque no dejé de volver al mismo sitio al día siguiente.
¡Y cuál no sería mi emoción cuando vi entreabrirse la celosía y descorrerse la cortina para dejar aparecer la luna llena de su rostro! Y me apresuré a prosternarme con la faz contra la tierra, y levantándome después, dije: "¡Oh dama soberana! soy un extranjero llegado hace poco a El Cairo y que ha inaugurado su entrada en esta ciudad con la contemplación de tu belleza. ¡Ojalá que el Destino, que me ha conducido de la mano hasta aquí, acabe su obra con arreglo a los deseos de tu esclavo!" Y me callé, esperando la respuesta. Y en vez de contestarme, la joven mostró una actitud tan asustadiza, que no supe si debía permanecer allí o echar a correr. Y me decidí a permanecer en mi puesto aún, insensible a todos los peligros que pudiera correr. Hice bien, pues de pronto la joven se inclinó sobre el alféizar de su ventana, y me dijo con voz temblorosa: "Vuelve a medianoche. ¡Pero huye ahora cuanto antes!" Y tras estas palabras, desapareció con precipitación y me dejó en el límite del asombro, del amor y del júbilo. Y al instante me olvidé de mis desgracias y de mi penuria. Y me apresuré a volver a mi khan para mandar llamar al barbero público, que se dedicó a afeitarme la cabeza, los sobacos y las ingles, a arreglarme y a hermosearme. Luego fui al hammam de los pobres, en donde, por algunas monedas, tomé un baño perfecto y me perfumé y me refresqué para salir de allí completamente aseado y con el cuerpo ligero como una pluma.
Así es que, cuando llegó la hora indicada, a favor de las tinieblas me puse debajo de la ventana del palacio. Y encontré una escala de seda que colgaba desde aquella ventana hasta el suelo. Y como a la sazón no tenía nada que perder más que una vida a la que no me ataba ya ningún lazo y que carecía de sentido, trepé por la escala y penetré por la ventana al aposento. Atravesé rápidamente dos habitaciones y llegué a otra, en donde, sobre un lecho de plata, estaba tendida, sonriendo, la que yo esperaba. ¡Ah, señor mercader, huésped mío, qué encanto era aquella obra del Creador! ¡Qué ojos y qué boca! A su vista sentí que se me huía la razón, y no pude pronunciar ni una palabra. Pero se incorporó ella a medias, y con una voz más dulce que el azúcar cande me dijo que me acomodara a su lado en el lecho de plata. Luego me preguntó con interés quién era. Y le conté mi historia con toda sinceridad desde el principio hasta el fin, sin omitir un detalle. Pero no hay utilidad en repetirla.
Y he aquí que la joven, que me había escuchado con mucha atención, pareció realmente conmovida de la situación a que hubo de reducirme el Destino. Y al ver yo aquello, exclamé: "¡Oh mi señora! ¡por muy desgraciado que yo sea, ceso de estar quejoso, ya que eres lo bastante buena para compadecerte de mis desgracias!" Y ella tuvo la respuesta oportuna, e insensiblemente nos enredamos en una charla que cada vez se hizo más tierna e íntima. Y acabó ella por declararme que, por su parte, había sentido cierta inclinación hacia mí al verme. Y exclamé: "¡Loores a Alah, que enternece los corazones y dulcifica los ojos de las gacelas!" A lo cual tuvo ella también la respuesta oportuna, y añadió: "¡Ya que me has enterado de quién eres, Abulcassem, no quiero que sigas ignorando quién soy yo!"
Y tras de quedarse silenciosa un momento, dijo: "Sabe, ¡oh Abulcassem! que soy la esposa favorita del sultán y que me llamo Sett Labiba. Pero a pesar de todo el lujo con que vivo aquí, no soy dichosa. Porque, además de estar rodeada de rivales celosas y prontas a perderme, el sultán, que me ama, no puede llegar a satisfacerme, pues Alah, que distribuye la potencia a los gallos, se olvidó de él al hacer la distribución. Y por eso, al verte bajo mi ventana, lleno de valor y desdeñando el peligro, me pareció que eras un hombre potente. Y te he llamado para hacer la experiencia. ¡De ti, pues, depende ahora demostrarme que no me equivoqué en mi elección y que tu gallardía es igual a tu temeridad!"
Entonces, ¡oh mi señor! yo, que no necesitaba que me incitasen a obrar, puesto que no había ido allí más que para eso, no quise perder un tiempo precioso cantando versos, como es costumbre en tales circunstancias, y me apresté al asalto. Pero en el mismo momento en que nuestros brazos se enlazaban, llamaron fuertemente a la puerta de la habitación. Y la bella Labiba me dijo muy asustada: "Nadie tiene derecho para llamar así no siendo el sultán: ¡Estamos vencidos y perdidos sin remedio!"
Al punto pensé en la escala de la ventana para escaparme por donde había subido. Pero quiso la suerte que precisamente llegase el sultán por aquel lado; y no me quedaba ninguna probabilidad de fuga. Así es que, tomando el único partido que me quedaba, me escondí debajo del lecho de plata, mientras la favorita del sultán se levantaba para abrir.
Y en cuanto la puerta estuvo abierta, entró el sultán seguido de sus eunucos, y antes de que yo tuviese tiempo siquiera para darme cuenta de lo que iba a suceder, me sentí cogido debajo del lecho por veinte manos terribles y negras, que me sacaron como a un fardo y me levantaron del suelo. Y aquellos eunucos corrieron cargados conmigo hasta la ventana, en tanto que otros eunucos negros, cargados con la favorita, ejecutaban la misma maniobra hacia otra ventana. Y todas las manos a la vez soltaron su carga, precipitándonos ambos desde lo alto del palacio al Nilo.
Y he aquí que estaba escrito en mi destino que yo tenía que escapar a la muerte por ahogo. Por eso, aunque aturdido por la caída, después de ir a parar al fondo del río logré salir a la superficie del agua y ganar, a favor de la oscuridad, la ribera opuesta al palacio. Y libre ya de un peligro tan grande, no quise irme sin haber intentado extraer a aquella cuya pérdida fué debida a mi imprudencia, y entré en el río con más bríos que había salido, y me sumergí y me volví a sumergir diversas veces para ver si daba con ella. Pero fueron vanos mis propósitos, y como me faltaban las fuerzas, me vi en la necesidad de ganar tierra otra vez para salvar mi alma. Y muy triste, me lamenté por la muerte de aquella encantadora favorita, diciéndome que no debí acercarme a ella estando bajo la influencia de la mala suerte, ya que la mala suerte es contagiosa.
Así es que, penetrado de dolor y abrumado de remordimientos, me apresuré a huir de El Cairo y de Egipto y a tomar el camino de Bagdad, la ciudad de paz.
Y he aquí que Alah me escribió la seguridad, y llegué a Bagdad sin contratiempos, pero en una situación muy triste, porque estaba sin dinero y de toda mi fortuna anterior me quedaba un dinar de oro justo en el fondo de mi cinturón. Y no bien fui al zoco de los cambistas, cambié mi dinar en monedas pequeñas, y para ganarme la vida compré una bandeja de mimbre y confituras, manzanas de olor, bálsamos, dulces secos y rosas. Y me puse a pregonar mi mercancía a la puerta de las tiendas, vendiendo todos los días y ganando para el sustento del día siguiente.
Y he aquí que este pequeño comercio me daba buen resultado, porque yo tenía una voz hermosa y no pregonaba mi mercancía como los mercaderes de Bagdad, sino cantando en vez de gritar. Y un día en que cantaba con una voz más clara aún que de costumbre, un venerable jeique, propietario de la tienda más hermosa del zoco, me llamó, escogió una manzana de olor de mi bandeja, y tras de aspirar su perfume repetidamente, mirándome con atención, me invitó a sentarme junto a él. Y me senté, y me hizo diversas preguntas, inquiriendo quién era y cómo me llamaba. Pero yo, muy apurado por sus preguntas, contesté: "¡Oh mi señor! relévame de hablar de cosas de que no puedo acordarme sin avivar heridas que el tiempo empieza a cerrar. ¡Porque el solo hecho de pronunciar mi propio nombre sería para mí un sufrimiento!" Y debí pronunciar estas palabras suspirando y con un acento tan triste, que el anciano no quiso ni apremiarme a ello. Al punto cambió de conversación, limitándose a preguntar sobre la venta y compra de mis confituras; luego, despidiéndose de mí, sacó de su bolsa diez dinares de oro, que me puso entre las manos con mucha delicadeza, y me abrazó como un padre abrazaría a su hijo.
Y he aquí que alabé con toda mi alma a aquel venerable jeique, cuya liberalidad resultaba para mí más preciosa dada mi penuria, y pensé en que los señores más dignos de consideración a quienes tenía yo costumbre de presentar mi bandeja de mimbre jamás me habían dado la centésima parte de lo que acababa de recibir de aquella mano, que no dejé de besar con respeto y gratitud. Y al día siguiente, aunque no estaba muy seguro de las intenciones de mi bienhechor de la víspera, no dejé tampoco de ir al zoco. Y en cuanto me advirtió él, me hizo seña de que me acercara, y cogió un poco de incienso de mi bandeja. Luego me hizo sentar muy cerca de él, y tras de algunas preguntas y respuestas, me invitó con tanto interés a contarle mi historia, que aquella vez no pude defenderme sin que se enfadara. Le enteré, pues, de quién era y de todo lo que me había ocurrido, sin ocultarle nada. Y cuando le hube hecho esta confidencia, me dijo, con una gran emoción en la voz: "¡ Oh hijo mío! en mí encontrarás un padre más rico que Abdelaziz (¡Alah esté satisfecho de él!) y que no sentirá por ti menos afecto. Como no tengo hijos ni esperanzas de tenerlos, te adopto. ¡Así, pues, ¡oh hijo mío! calma tu alma y refresca tus ojos, porque, si Alah quiere, vas a olvidar junto a mí tus pasados males!"
Y habiendo hablado así, me besó y me estrechó contra su corazón. Luego me obligó a tirar mi bandeja de mimbre con su contenido, cerró su tienda, y cogiéndome de la mano me condujo a su morada, donde me dijo: "Mañana partiremos para la ciudad de Bassra, que también es mi ciudad, y donde quiero vivir contigo en adelante, ¡oh hijo mío!"
Y efectivamente, al otro día tomamos juntos el camino de Bassra, mi ciudad natal, adonde llegamos sin contratiempo, gracias a la seguridad de Alah. Y cuantos me encontraban y me reconocían se regocijaban de verme convertido en hijo adoptivo de un mercader tan rico.
En cuanto a mí, no tengo para qué decirte, señor, que puse toda mi inteligencia y todo mi saber en complacer al anciano. Y estaba él encantado de mis complacencias para con su persona, y me decía a menudo: "Abulcassem, ¡qué día tan bendito fué el de nuestro encuentro en Bagdad! ¡Cuán hermoso es mi destino, que te puso en mi camino, ¡oh hijo mío! ¡Y cuán digno eres de mi afecto, de mi confianza y de lo que he hecho por ti y pienso hacer para tu porvenir!" Y estaba yo tan conmovido por los sentimientos que me demostraba él, que, a pesar de la diferencia de edad, le quería verdaderamente y me adelantaba a todo lo que pudiera complacerle. Así, por ejemplo, en vez de ir a divertirme con los jóvenes de mi edad, le hacía compañía, sabiendo que le hubiera dado celos la menor cosa o el menor gesto que no tuviese destinado para él.
Y he aquí, que al cabo de un año, mi protector se sintió aquejado, por orden de Alah, de una enfermedad gravísima, hasta el punto de que todos los médicos desesperaron de curarle. Así es que se apresuró a llamarme a su lado, y me dijo: "Sea contigo la bendición, ¡oh hijo mío Abulcassem! Me has dado la felicidad en el transcurso de un año entero, mientras que la mayoría de los hombres apenas pueden contar con un día feliz en toda su vida. Hora es ya, pues, antes de que la Separadora venga a detenerse a mi cabecera, de que pague yo las muchas deudas que contraje contigo. Sabe, pues, hijo mío, que tengo que revelarte un secreto cuya posesión te hará más rico que todos los reyes de la tierra. Porque, si no tuviera yo por toda hacienda más que esta casa con las riquezas que contiene, me parecería que sólo te dejaba una fortuna exigua; pero todos los bienes que he amontonado en el curso de mi vida, aunque considerables para un mercader, no son nada en comparación del tesoro que quiero descubrirte. No te diré desde cuándo, por quién, ni de qué manera se encuentra en nuestra casa el tesoro, pues lo ignoro. Todo lo que sé es que es muy antiguo. ¡Mi abuelo, al morir, se lo descubrió a mi padre, quien también me hizo la misma confidencia pocos días antes de su muerte!"
Y tras de hablar así, el anciano se inclinó a mi oído, mientras lloraba yo al ver que se le escapaba la vida, y me enteró del sitio de la morada en que estaba el tesoro. Luego me aseguró que por muy grande que fuese la idea que pudiera yo formarme de las riquezas que encerraba, me parecerían más considerables todavía de lo que me figuraba. Y añadió: "Y hete aquí, ¡oh hijo mío! dueño absoluto de todo eso. Ten muy abierta la mano, sin temor a llegar nunca a agotar lo que no tiene fondo. ¡Sé dichoso! ¡Uassalam!" Y habiendo pronunciado estas últimas palabras, falleció en la paz. (¡Que Alah le tenga en Su misericordia y extienda a él Sus bendiciones!).
Y he aquí que, después de haber cumplido con él los últimos deberes, como único heredero, tomé posesión de todos sus bienes, y fui a ver al tesorero sin tardanza. Y deslumbrado, pude comprobar que mi difunto padre adoptivo no había exagerado su importancia; y me dispuse a hacer de ello el mejor uso posible.
En cuanto a todos los que me conocían y habían asistido a mi primera ruina, quedaron convencidos en seguida de que iba a arruinarme por segunda vez. Y se dijeron entre sí: "Aun cuando el pródigo Abulcassem tuviera todos los tesoros del Emir de los Creyentes, los disiparía sin vacilar". Así es que cuál no fué su asombro cuando, en lugar de ver en mis negocios el menor desorden, advirtieron que, por el contrario, eran más florecientes cada día. Y no llegaban a concebir cómo podía aumentar mi hacienda prodigándola, máxime cuando veían que cada vez hacía yo gastos más extraordinarios, y que tenía a mis expensas a todos los extranjeros de paso por Bassra, albergándolos como a reyes.
Así es que pronto corrió por la ciudad el rumor de que yo había encontrado un tesoro, y no fué preciso más para atraer sobre mí la codicia de las autoridades. En efecto, no tardó el jefe de policía en venir un día a buscarme, y después de recapacitar algún tiempo, me dijo "¡Señor Abulcassem, mis ojos ven y mis oídos oyen! Pero como ejerzo mis funciones para vivir, mientras que tantos otros viven para ejercer funciones, no vengo a pedirte cuenta de la vida fastuosa que llevas y a interrogarte por un tesoro que tanto interés tienes en guardar. Vengo a decirte sencillamente que si soy un hombre avisado se lo debo a Alah y no me enorgullezco de ello. Pero el pan está caro y nuestra vaca ya no da leche". Y comprendiendo yo el motivo del paso que daba, le dije: "¡Oh padre de los hombres de ingenio! ¿cuánto te hace falta para comprar pan a tu familia y reemplazar la leche que ya no da tu vaca?" El contestó: "Nada más que diez dinares de oro al día, ¡oh mi señor!" Yo dije: "Eso no es bastante, y quiero darte ciento al día. ¡Y a tal fin no tendrás más que venir aquí a primeros de cada mes, y mi tesorero te contará los tres mil dinares necesarios a tu subsistencia!" Al oírlo, quiso él besarme la mano, pero me defendí de ello, sin olvidar que todos los dones son un préstamo del Creador. Y se marchó, invocando sobre mí las bendiciones.
Y he aquí que, al otro día de la visita del jefe de policía, el kadí me hizo llamar a su casa y me dijo: "¡Oh joven! Alah es el dueño de los tesoros y le corresponde por derecho la quinta parte de ellos. ¡Paga, pues, la quinta parte de tu tesoro y serás el tranquilo poseedor de las otras cuatro partes!" Yo contesté: "No sé qué quiere significar nuestro amo el kadí a su servidor. Pero me comprometo a darle todos los días, para los pobres de Alah, mil dinares de oro, a condición de que me dejen en paz". Y el kadí aprobó mis palabras y aceptó mi proposición.
Pero, algunos días más tarde, vino un guardia a buscarme de parte del walí de Bassra. Y cuando estuve en su presencia, el walí, que me había acogido con una actitud benévola, me dijo: "¿Me crees lo bastante injusto para quitarte tu tesoro si me lo enseñaras?" Y yo contesté:
"¡Alah prolongue mil años los días de nuestro amo el walí! Pero, aunque me arranque la carne con tenazas al rojo, no descubriré el tesoro que está, efectivamente, en mi poder. Sin embargo, consiento en pagar cada día a nuestro amo el walí dos mil dinares de oro para los menesterosos que conozca". Y ante una oferta que le pareció tan considerable, el walí no vaciló en aceptar mi proposición, y me despidió después de colmarme de atenciones.
Y desde entonces pago fielmente a estos tres funcionarios el tributo diario que les he prometido. Y en cambio, me dejan ellos que lleve la vida de largueza y de generosidad para la cual he nacido. ¡Y ése es, ¡oh mi señor! el origen de una fortuna que ya veo que te asombra y cuya cuantía no conoce nadie más que tú!"
Cuando el joven Abulcassem hubo acabado de hablar, el califa, en el límite del deseo de ver al maravilloso tesoro, dijo a su huésped: "¡Oh generoso Abulcassem! ¿es realmente posible que haya en el mundo un tesoro que tu generosidad no sea capaz de agotar pronto? No, por Alah, no puedo creerlo, y si no fuera exigir demasiado de ti, te rogaría que me lo enseñaras, jurándote por los derechos sagrados de la hospitalidad, sobre mi cabeza y por cuanto pueda hacer inviolable un juramento, que no abusaré de tu confianza y que tarde o temprano sabré corresponder a este favor único".
Al oír estas palabras del califa, a Abulcassem se le cambió el color y se le demudó la fisonomía, y contestó con triste acento: "Mucho me aflige, señor, que tengas esa curiosidad, que no puedo satisfacer más que con condiciones muy desagradables, aunque tampoco puedo decidirme a dejarte partir de mi casa con un deseo reconcentrado y un anhelo sin satisfacer. Así, pues, será preciso que te vende los ojos y que te conduzca, tú sin armas y con la cabeza descubierta, y yo con la cimitarra en la mano, pronto a descargarla sobre ti si intentas violar las leyes de la hospitalidad. No obstante, bien sé que, aun obrando así, cometo una imprudencia grande y que no debería ceder a tu pretensión. ¡En fin, sea como está escrito para nosotros en este día bendito! ¿Estás dispuesto a aceptar mis condiciones?"
El califa contestó: "Estoy dispuesto a seguirte y acepto esas condiciones y otras mil semejantes. Y te juro por el Creador del cielo y de la tierra que no te arrepentirás de haber satisfecho mi curiosidad. ¡Por lo demás, apruebo tus precauciones y ni por asomo me ofendo por ellas!"
Inmediatamente Abulcassem le puso una venda en los ojos, y cogiéndole de la mano le hizo bajar por una escalera disimulada a un jardín de vasta extensión. Y allí, después de varias vueltas por las avenidas que se entrecruzaban, le hizo penetrar en un profundo y espacioso subterráneo cuya entrada tapaba una gran piedra a ras del suelo. Y pasaron a un largo corredor en cuesta, que se abría en una gran sala sonora. Y Abulcassem quitó la venda al califa, que vió maravillado aquella sala iluminada sólo con el resplandor de los carbunclos incrustados en todas las paredes, así como en el techo. Y en medio de aquella sala se veía un estanque de alabastro blanco de cien pies de circunferencia lleno de monedas de oro y de cuantas joyas pueda soñar el cerebro más exaltado. Y alrededor de aquel estanque brotaban, como flores que surgieran de un suelo milagroso, doce columnas de oro que sostenían otras tantas estatuas de gemas de doce colores.
Y Abulcassem condujo al califa al borde del estanque, y le dijo: "Ya ves este montón de dinares de oro y de joyas de todas formas y de todos colores. ¡Pues bien; todavía no ha bajado más que dos dedos, aunque la profundidad del estanque es insondable! ¡Pero no hemos terminado!" Y le condujo a una segunda sala, semejante a la primera por la refulgencia de las paredes, pero más vasta aún, con un estanque en medio lleno de piedras talladas y de piedras en cabujones, y sombreado por dos hileras de árboles análogos al que le había regalado. Y por la bóveda de aquella sala corría en letras brillantes esta inscripción:

"No tema el dueño de este tesoro agotarlo; no podría dar fin a él. ¡Mejor es que lo utilice para llevar una vida agradable y para adquirir amigos, porque la vida es una y no vuelve, y vida sin amigos no es vida!"

Tras de lo cual Abulcassem todavía hizo visitar a su huésped otras varias salas que en nada desmerecían de las anteriores; luego, al ver que ya estaba fatigado de contemplar tantas cosas deslumbradoras, le condujo fuera del subterráneo, tras de vendarle los ojos, empero.
Una vez que regresaron al palacio, el califa dijo a su guía: "¡Oh mi señor! después de lo que acabo de ver, y a juzgar por la joven esclava y los dos amables muchachos que me has dado, entiendo que no solamente debes ser el hombre más rico de la tierra, sino indudablemente el hombre más dichoso. ¡Porque en tu palacio debes poseer las más hermosas hijas de Oriente y las jóvenes más hermosas de las islas del mar!" Y contestó tristemente el joven: "¡Cierto ¡oh mi señor! que en mi morada tengo esclavas de una belleza notable; pero ¿me es dado amarlas a mí, cuya memoria llena la querida desaparecida, la dulce, la encantadora, la que por causa mía fué precipitada en las aguas del Nilo? ¡Ah! ¡mejor quisiera no tener por toda fortuna más que la contenida en el cinturón de un mandadero de Bassra y poseer a Labiba, la sultana favorita, que vivir sin ella con todos mis tesoros y todo mi harén!" Y el califa admiró la constancia de sentimientos del hijo de Abdelaziz; pero le exhortó a esforzarse cuanto pudiera para sobreponerse a sus penas. Luego le dió gracias por el magnífico recibimiento que le había hecho, y se despidió de él para volverse a su khan, habiéndose asegurado de tal suerte por sí mismo de la verdad de los asertos de su visir Giafar, a quien había hecho arrojar a un calabozo. Y emprendió otra vez al día siguiente el camino de Bagdad con todos los servidores, la joven, los dos mozalbetes y todos los presentes que debía a la generosidad sin par de Abulcassem.
Y he aquí que, no bien estuvo de regreso en palacio, Al-Raschid se apresuró a poner de nuevo en libertad a su gran visir Giafar, y para demostrarle cuánto sentía el haberle castigado de manera preventiva, le dió de regalo a los dos mozalbetes y le devolvió toda su confianza. Luego, tras de contarle el resultado de su viaje, le dijo: "¡Y ahora, ¡oh Giafar! dime qué debo hacer para corresponder al buen comportamiento de Abulcassem ! Ya sabes que el agradecimiento de los reyes debe superar al bien que se les haga. Si me limitara a enviar al magnífico Abulcassem lo más raro y más precioso que tengo en mi tesoro, sería poca cosa para él. ¿Cómo vencerle, pues, en generosidad?"
Y Giafar contestó: "¡Oh Emir de los Creyentes! ¡el único medio de que dispones para pagar tu deuda de agradecimiento es nombrar a Abulcassem rey de Bassra!" Y Al-Raschid contestó: "Verdad, dices, ¡oh visir mío! Ese es el único medio de corresponder con Abulcassem. ¡Y en seguida vas a partir para Bassra y a entregarle las patentes de su nombramiento, conduciéndole aquí luego para que podamos festejarle en nuestro palacio!" Y Giafar contestó con el oído y la obediencia, y partió sin demora para Bassra. Y Al-Raschid fué a buscar a Sett Zobeida a su aposento, y le regaló la joven, el árbol y el pavo real, sin guardar para sí más que la copa. Y la joven le pareció a Zobeida tan encantadora, que dijo a su esposo, sonriendo, que la aceptaba con más gusto aún que los otros presentes. Luego hizo que le narrara los detalles de aquel viaje asombroso.
En cuanto a Giafar, no tardó en volver de Bassra con Abulcassem, a quien había tenido cuidado de poner al corriente de lo que había sucedido y de la identidad del huésped que había alojado en su morada.
Y cuando entró el joven en la sala del trono, el califa se levantó en honor suyo, avanzó hacia él, sonriendo, y le besó como a un hijo. Y quiso ir por sí mismo con él hasta el hammam, honor que todavía no había otorgado a nadie desde su advenimiento al trono. Y después del baño, mientras les servían sorbetes, helados de almendras y frutas, fué allí a cantar una esclava llegada al palacio recientemente. Pero no bien hubo mirado Abulcassem el rostro de la joven esclava, lanzó un gran grito y cayó desvanecido. Y Al-Raschid, acudiendo solícito a socorrerle, le tomó en sus brazos y le hizo recobrar el sentido poco a poco.
Y he aquí que la joven cantarina no era otra que la antigua favorita del sultán de El Cairo, a quien un pescador había sacado de las aguas del Nilo y se la había vendido a un mercader de esclavos. Y aquel mercader, después de tenerla escondida en su harén mucho tiempo, la había conducido a Bagdad y se la había vendido a la esposa del Emir de los Creyentes.
Así es como Abulcassem convertido en rey de Bassra, recuperó a su bienamada y pudo en lo sucesivo vivir con ella entre delicias hasta la llegada de la Destructora de placeres, ¡la Constructora inexorable de tumbas!

FIN